miércoles, 26 de septiembre de 2012

CAPÍTULO TRES. El fatuoso Uriel.

-->Capítulo 3: El Fatuoso Uriel

Ya es de día, me pasé la noche entera pensando en aquel emotivo momento. “Gracias mamá” suspiré. Abrí los ojos de nuevo y me di cuenta que mi cuarto no era normal. Las ventanas se encontraban cerradas con tablones de madera, todo estaba en penumbra qué es ésto? Me senté en la cama asombrado por la escena. Las paredes, el techo, el suelo todo estaba empapelado de madera, no entraba la luz del sol. La obscuridad había cubierto todo mi dormitorio. Una tenue luz salía del suelo, la calor se estaba adueñando de la habitación. Dónde estoy? Me preguntaba repetidamente. Algo extraño ocurría sentí un escalofrío recorrer toda la columna vertebral, era esa extraña sensación otra vez. Quién eres? pregunté dejando la pregunta caer. No sabía donde estaba pero tenía la certeza de que podría haber alguna respuesta.
Cerré los ojos y volví a rezar, tenía miedo pues noté en mi oído un aliento aterrador, éste recorrió todo mi cuerpo semidesnudo. Unas manos rozaron mis hombros, mi piel se erizaba del frío que desprendían aquellas gélidas manos.

-Quién eres? Pregunté con tono impotente.
-Pronto sabrás quién soy,- respondió.

Sus uñas fueron clavadas en mi costado, sentí como iban penetrando poco a poco dentro de mi ser, sentía como los dedos atravesaban las costillas y la sangre se iba derramando poco a poco por todo mi pecho, comencé a gritar y a retorcerme del dolor. Mery y tía Dorothy entraron en mi habitación corriendo asustadas al escuchar mis gritos aterradores.

-Qué pasa, Qué pasa? Preguntaban al unísono.

Llorando de la impotencia respondí. -Ha sido horrible, horrible, tengo miedo. Esas voces esas manos todo! Miren lo que me hizo.
Le mostré mi pecho y no había nada, miré a toda la habitación y todo había desaparecido.

Mery me dijo aterrada: -tendremos que ir al médico, ésto que te ocurre no es normal tendrás que ser tratado por un especialista afirmó mirando a su tía.

Tía Dorothy me dijo que me calmase pues ella estaba aquí para ayudarme.
-Báñate y relájate iremos al hospital a ver a Edgar, me dijo.

Eso hice, me levanté y comencé a caminar hacia mi cuarto de baño. Terminé de desnudarme y comencé a mirarme el cuerpo en el espejo.
-Cómo es posible que hayan desaparecido las heridas? No me lo creía, me volveré loco, loco, loco!! comencé a pegar puñetazos en el espejo y acabé rompiéndolo en pedazos haciendo sangrar mis manos. Al apartarme del espejo me metí en la bañera y en el espejo quedó reflejado la imagen de aquel extraño ser.

-Ya estoy listo, dije al bajar las escaleras.
-Hay que darse prisa, dijeron, en el tiempo que se avecinaba una gran tormenta dijo tía Dorothy.

Salimos en dirección al hospital y nos dimos cuenta que era tarde para las visitas cabizbajos volvimos a dar marcha atrás, las nubes comenzaban a unirse en aquel cielo gris. Aprovechamos para ir a comprar las cosas para la cena, últimamente los días cada vez eran más cortos, a las 4 de la tarde ya estaba atardeciendo.

Una vez en casa comenzamos a preparar la cena los tres, yo me encargaba de preparar las ensaladas y de decorar la mesa. Mery preparaba los cocktail y tía Dorothy sus exquisitas croquetas de pollo.
El invierno llegó a Nimsville, acompañado de una espesa y fría niebla comienza a nevar fuertemente. La tormenta había llegado a Nimsville en cuestión de pocas horas.
Un viento gélido heló todas las calles del poblado, los árboles, el gran lago de cristal.. toda la vida había quedado pétrica.
A lo lejos de entre la espesa niebla, los árboles de la avenida y la nieve una sombra apareció, ésta sombra vagaba por las calles portaba una capa con capucha que le tapaba el rostro y le cubría de aquella gélida tormenta de nieve. Caminaba cansado, arañado por las bestias del bosque, muerto de hambre y sin fuerzas cayó ante la puerta de casa.
Mientras cenábamos al unísono de nuestro brindis, un tremendo trueno nos acompañó al compás del portazo de la puerta.

Asombrados los tres por aquel tremendo portazo nos levantamos a la vez para ver quién había pegado. Al abrir la puerta un viento helador penetró por el dintel de la puerta y un cuerpo hallamos tirado en la alfombrilla de la entrada. El viento nos apagó las velas del comedor y del pasillo haciéndonos caer en la penumbra.
Me agaché lo ayudé a levantarse y lo llevé al comedor. Tía Dorothy le preparó una sopa caliente para que entrase en calor, Mery fue a buscar el termómetro para tomar su temperatura y yo lo estuve desvistiendo y ayudándolo a vestirse con una muda nueva para que se secase de la nieve y entrara en calor con la chimenea y la ropa seca.

-Quién eres? Preguntamos los tres a la vez.
-Mi nombre es Uriel Lunansk más conocido como Uriel el caballero de la noche.
  • Bien señor Uriel, qué le hizo llegar hasta aquí. Dijo tía Dorothy.
  • Tengo noticias que dar a Víctor Lucksim. ¿Podrían facilitarme su dirección por favor?
-Yo soy Víctor Lucksim. ¿Qué necesita de mí?, ¿Qué tipo de noticia es la que me vienes a traer? Le dije.

En ese momento Uriel, se levantó y se arrodilló ante mi.
-Oh señor Víctor no sabes cuánto he deseado poder estar ante usted.
-¿¡Qué haces!?, ¡levántate!. No ves que soy un chico pobre, no soy nadie importante.

-¿Cómo osas decir que no eres importante? ¿Acaso no sabes quien sois mi señor?

Tía Dorothy se marchó hacia su habitación para preparar las maletas, la visita de Uriel no le agradó nada. Mery junto conmigo nos quedamos sorprendidos con aquel chico.

-¿Quién soy?, ¿Insinúas que me conoces? Le dije.
  • Sois el elegido mi señor, vengo de tierras lejanas. He vivido muy cerca de ti, a pesar de no estar a tu lado, te conozco como si fuera parte de ti.

Aquellas palabras me llegaron muy a dentro, sintiendo como cada palabra que salía de sus adentros era un palpito de mi corazón.
No podía dejar de mirarle a los ojos, eran hermosos, azules como el zafiro. Su mirada escondía algo, tenía mirada hipnotizante magnética. Esos labios carnosos, esa sonrisa, esos dientes blancos y en perfecto estado. Era todo perfecto, su rostro se encontraba en perfecta armonía. ¿Quién era aquel chico?, no dejaba de preguntarme.

Tía Dorothy dijo que iba siendo hora de acostarse, así pues dejamos el tema a medio hablar y nos fuimos cada uno a nuestras habitaciones. Uriel durmió en mi habitación en un sofá cama que tenía junto a la ventana.
No daban las tres de la madrugada cuando de pronto el “ring ring” del teléfono nos despertó a todos en casa. ¿Qué pasa? Es el teléfono afirmó tía Dorothy desde la puerta de la habitación de Edgar. Cógelo insisitó Uriel a Mery. Rápido Mery le dije. Agarró el teléfono y dijo: ¿Quién es? Un silencio frío erizó la piel de Mery.
-¿Hola? ¿hay alguien?, ¿Quién es? Volvió a repetir.
El silencio de la noche hizo cortar la llamada.
-¿Quién era? preguntamos todos.
-Nadie.. respondió fríamente.
ring ring” el teléfono volvió a sonar y Mery lo volvió a coger.
-¿Hola? ¿Quién es?
  • Hola, le llamamos del hospital de Santa Catherine el hospital de Equínia ha sido evacuado debido a un gran incendio. Aún no sabemos las causas, pero Edgar está a salvo, lo trasladamos junto con los demás enfermos hacia éste otro hospital.
Mery al colgar el teléfono, vimos como derramaba lágrimas.
-Qué te pasa? Pregunté.
  • El.. el.. hosp.. hospital.. ha sido evacuado debido a un incendio. Aún no saben las causas del accidente. Edgar ha sido trasladado al hospital de santa Catherine
Al oír a Mery decir esas palabras comencé a llorar yo también.

No dio tiempo a vestirnos cuando ya estábamos cogiendo las cosas para irnos al hospital para ver cómo estaba Edgar.
Al llegar al hospital, la escena fue terrorífica, las llamaradas salían disparadas de las ventanas, de entre el fuego podía ver unas sombras espeluznantes. La luna azul en el cielo estaba menguando.
Los doctores nos dijeron que Edgar no había mejorado nada, que había caído en coma.

El lugar estaba lleno de ambulancias trasladando a los enfermos y heridos al hospital del pueblo de al lado. Yo no dejaba de mirar hacia el fuego, algo había allí, pero no sabía el qué. No dejaba de escuchar voces gritando, pensaba que era mi imaginación pero no podían ser tan reales.

Empecé a desplazarme del grupo, me sentía como atraído hacia aquel fuego. Uriel me vio y salió tras de mí.

  • Mi señor no vayas al fuego, ten cuidado, aléjate pues te está poniendo a prueba.
  • Quién me está poniendo a prueba?
En ese momento Uriel y yo fuimos absorbidos como por arte de magia hacia el interior del hospital.
-¿Qué? ¿Cómo? Me preguntaba. ¿Qué estamos haciendo aquí dentro?.
  • Mi señor, te lo dije... te quieren poner a prueba, la obscuridad quiere destruirte.
  • Por qué me hablas así? Por qué me quiere la obscuridad?
  • La luz y la obscuridad lleva siglos luchando y tú eres el elegido para acabar con ello. Naciste bajo el influjo de la luna de los dioses del mar.
  • No me entero de nada, lo siento. Es todo tan difícil entender para mí. Todo me está viniendo en grande. Son muchas cosas las que están ocurriendo en poco tiempo y mi cabeza no está preparada para tantos acontecimientos en tan poco tiempo.
  • Tranquilo Víctor, perdóname por hablarte de éstas maneras. Te tengo mucho cariño no más. Hemos crecido juntos pero separados por nuestras familias. Yo te he estado vigilando desde que eras un bebé y siempre te he protegido de todo lo que ha intentado hacerte daño. Tengo muchas respuestas a muchas de las preguntas que te están rondando por la cabeza. Pero éste no es el momento para hablar. Tenemos que huir de aquí, tienes poderes debes de confiar en ti para que podamos salir.
  • Poderes? Confiar en mí? Cómo puedo usar esos poderes?
  • Cierra los ojos, escucha tus latidos. Siente esa fuerza que tienes dentro de ti. Espera.. tengo que entregarte algo, que te pertenece. Se llama la hidrópetra es una gema que pertenece a tu familia.
  • Si pertenece a mi familia cómo es que la tienes tú? y.. ¿Qué es la hidrópetra?, ¿Para qué sirve? ¿cómo se utiliza?
  • Tú póntela es un colgante, una gema que ha estado en tu familia durante muchos siglos. Lo que pasa es que se pasa de generación en generación y yo soy parte de ti, pero tú no lo has aceptado aún por eso la tengo yo.
  • ¿Parte de mí?
  • Sí.. cierra los ojos, escucha los latidos de tu corazón y podrás encontrarte contigo.
En ese momento estaba asustado, cerré los ojos, apreté fuertemente la hidrópetra que me entregó y pude sentir las olas del mar chocando contra las rocas.
-¿Qué me está pasando? De pronto... me siento lleno de vida, siento vida en mi ser.
Un grito aterrador salió de mis adentros y de mis manos sentía como el frío hielo iba naciendo en mi interior. Abrí los ojos y mis ojos iban congelando todo lo que veía en mi paso.
-Bien, Víctor vamos mejorando. Me decía.
-Qué es ésto? No entiendo nada. Le decía confundido.

De interior de la puerta del final del pasillo emergió una sombra negra con un espeso humo negro como el azabache. Era esa sombra otra vez, su mirada roja sangre y la frialdad que desprendía corría por aquel pasillo. Su pelo era rizado y largo, sus manos finas presentaban una cierta madurez, su rostro era frío como el hielo, una mirada aterradora, unos labios seductores, con una dentadura como los antiguos vampiros que solían aparecer en las terroríficas historias de miedo que nos solían contar en aquel orfanato. Era ella, la mujer que atormentaba mi infancia en las obscuras noches de pesadillas. ¿Qué estaba haciendo aquí? Me preguntaba. Su mirada me hacia sentir pequeño ante el mundo. Tenía miedo, en ese momento sentí el calor de unas manos rozar las mías, eran de él, Uriel me agarró fuerte y me dijo con esa dulzura. -Tranquilo pequeño, no tengas miedo. Estoy aquí para ayudarte. No pienso dejar que te ocurra nada.
Entonces supe que no estaba solo ante el peligro y la confianza aumentó en mi interior.
-Gracias, le dije acompañado de un cálido beso en la mejilla.
Aquel momento me hizo llenarme de esa fuerza y comencé a caminar hacia la sombra.
-No te tengo miedo, y pienso luchar contra ti y contra quién haga falta.
La sombra me miraba fijamente a los ojos y reía al escuchar mis palabras. Levantó el brazo y me agarró del cuello tan fuerte que sentía como si me faltase el aire. Pude sentir que volaba pues el suelo no lo tocaba, me levantó tan alto que su mirada se perdía en el infinito. En ese momento me desmayé y me tiró contra el suelo.

-¡Víctor no!

Uriel comenzó a gritar y a pedir ayuda. El pasillo volvió a arder en llamas, y el techo se desplomaba poco a poco. La mujer desapareció y allí nos quedamos los dos, entre llamas y humo. Los bomberos entraron a dentro para rescatarnos y en ese momento supe quién era esa sombra que yo veía desde fuera. Éramos nosotros en otro tiempo.

-¿Qué estaba ocurriendo? me decía en aquel sueño.

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