miércoles, 26 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 12: NOCHES DE LUNA.

-->CAPÍTULO 12: NOCHES DE LUNA.

-Bienvenidos sean tripulantes de la mar a nuestra isla. Nos decían las jóvenes.

-Muchas gracias. Respondí.

La verdad es que se está bastante bien aquí, me decía interiormente. Los pequeños hombres cogieron nuestro equipaje y lo llevaron al hotel. Nos subimos en los coches y nos dirigimos al hotel. Aquello era hermoso había animales de todo tipo por doquier, las aves volaban de un lugar a otro, esos colores tan vivos y tan puros sólo se podían ver en aquel lugar. Las jóvenes nos iban haciendo de guías turísticas, nos sentíamos como si estuviésemos en el mismísimo Edén. Una vez que llegamos al hotel, estuvimos en recepción reservando habitaciones. No sabíamos el tiempo que íbamos a estar aquí, debido a que teníamos que pensar muy bien lo que íbamos a hacer. Sólo teníamos claro una cosa, que para acceder a la isla hay que irse al corazón de ésta en las profundidades de la montaña y bajar por el mar. Hubo una cosa que me llamó bastante la atención, cuando llegamos a la isla las jóvenes y los hombrecillos se le quedaron mirando mucho a Dafne, era como si la conocieran de algo.

Subimos hacia nuestras habitaciones y comenzamos a colocar las cosas. Una vez ordenadas las ropas, quedamos en vernos en el recibidor del hotel. Un hombre se ofreció a enseñarnos la isla más detenidamente, éste señor se llamaba Balthor y se conocía la isla como la palma de su mano. Al principio nos miró raro, hacía tiempo que nadie visitaba la isla y sospechaba de que éramos enemigos, pero pronto su visión hacia nosotros cambió al ver que sólo íbamos por un motivo el poder rescatar a nuestra amiga, y conseguir las plantas. El señor Balthor nos enseñó tiendas donde podríamos comprarnos un equipamiento mejor en cuanto a ropa se refería pues las ropas que portábamos en ese momento no eran las más apropiadas. Yo Iba vestido con unos short beige, una camiseta blanca de rayas azules con tirantes enganchados en los short, unas zapatillas deportivas, una gorra y mis gafas de sol. Dafne llevaba su camiseta de tirantes verde y sus short marrones junto con sus deportivas. Emily iba de blanco, una falda y una camiseta de tirantes. Tía Dorothy sus pantalones piratas con una camiseta de tirantes roja y su sombrero. Y el capitán con sus pantalones piratas azules y su camiseta blanca. Hacíamos unas parejas un tanto extrañas la verdad, las pintas que llevábamos no eran las más apropiadas para un viaje como éste, pero la verdad es que nunca supimos que íbamos a tener que hacer el viaje. Tras salir de la tienda nos pusimos en marcha a recorrer la isla, el señor Balthor decía conocer bien a fondo la isla de Ofidio, ahora entendí las cicatrices que tenía en todo el cuerpo. Nos estuvo contando que esa isla era el mismísmo infierno, mucho teníamos que querer a esa persona para querer recoger aquella planta.

Cuando dijo eso la sangre se me heló solo pensar que podría ocurrir algo ahí.

-Y bien señor Balthor.. ¿Qué hay en esa isla? Preguntó Emily con intriga.

-Señorita ahí hay criaturas que mejor no mencionarlas. Son serpientes gigantescas y devoradoras de todo ser que vague por esa selva. Aquí en isla Pétrea las llamamos las hijas de Medusa. Debido a que su mirada es letal, puede matarte en menos de una milésima de segundo. Son rápidas como un rayo, lo mejor es andarse con mucho cuidado por aquellos sitios.

-Y.. Señor Balthor.. ¿Aquí no llegan esas serpientes? Preguntó tía Dorothy asustada.

-Tenemos la suerte de que aquí no pueden llegar pues el clima de ésta isla es muy diferente al de allí, aquí donde ves es un clima cálido pero para poder llegar hasta aquí tienen que pasar por las montañas aquellas de hielo y el clima ahí es imposible vivir.

Estuvimos caminando durante un buen rato y con los coches llegamos a las montañas gélidas en ellas había dos enormes estatuas de hielo en forma de esfinge, las esfinges dividían la isla en dos zonas, la zona cálida y la zona gélida. En ésta zona helada se encontraba Gélicer la ciudad helada. Ahí habitaban criaturas del hielo y la reina Bianca, una de reina con un carácter noble y sensible. Balthor nos dijo que teníamos que hablar con ella para que nos dejase entrar en su palacio ya que dentro de él había un túnel que llevaba al interior de la montaña. Así fue, fuimos al palacio y hablamos durante un largo rato con la reina. Nos invitó a pasar el día ahí para que conociéramos la zona, la verdad no teníamos prisa y aceptamos. La reina Bianca se me acercó preguntándome por Dafne.

-Joven Víctor.. ¿Quién es esa joven? Su cara me suena pero no puedo recordar quien es.

-Es Dafne mi lady, es una amiga mía.

-Su rostro me suena bastante pero no sé quien es, ten cuidado no me transmite mucha confianza.

Las formas de hablar de la reina y de moverse me encantaban me recordaban a la gente del siglo XV, una elegancia al hablar y al caminar que parecían cisnes. Pero todo el mundo tenía algo en contra de Dafne, me mosqueaba bastante, ya que no sabía qué tenía ella para que todo el mundo la odiase. Yo puedo entender que es extraña, diferente pero no le veo maldad ninguna. Me decía.

Algo extraño comenzó a brotar en mí, una energía melancólica recorría todo mi cuerpo sin saber por qué, estuve caminando por los jardines de palacio y me paré ante una fuente que había cerca de unos rosales azules. Los cuales me hicieron recordar los de aquella noche en el lago de cristal, me miré en la fuente y pude ver mi rostro y junto a él una mano rozando mi hombro. Me giré y era él, Edgar estaba a mi lado, no me lo podía creer.

-¿Edgar eres tú? Dije mientras lloraba.

Edgar no hablaba, parecía mudo, su piel estaba muy pálida y su mirada apagada era como si estuviera muerto pues sus ojos y sus labios estaban morados. Sus manos frías como el hielo y sus ropas parecían las de un ángel del cielo. Lo abracé y podía sentir el calor de su cuerpo en el mío, sus latidos se fundían junto con los míos. Lo miré fijamente a los ojos y le acaricié el rostro. Él me agarró la mano y me la puso en su corazón, me miró fijamente a los ojos y me dijo en un tenue suspiro “Te quiero”. La piel se me erizó en esos momentos, las palabras tan cálidas que salían de entre sus labios se clavaban en mi pecho como cristales de hielo. Pero que se iban fundiendo como el ardiente fuego del infierno en mis adentros. Alzó su mano fría como el hielo y me acarició el rostro y mis labios y poco a poco fue desapareciendo. Yo tras él marcharse caí de rodillas en el suelo, la reina Bianca me vio tirado en el suelo llorando y me ayudó a levantarme.

-Joven Víctor, has mirado por la fuente del oráculo. ¿Qué te ha mostrado pequeño?

-He visto a Edgar, mi mejor amigo. Y he sentido como si estuviera a mi lado.

-Ha sido sólo un sueño tesoro, tranquilo, sólo te ha mostrado lo que tú querías ver, cómo está y qué le pasa.

-Entonces me quieres decir con ésto ¿Qué está muerto?

-¿Lo viste muerto?

-No, pero lo parecía. Él no estaba muerto cuando lo dejé.

-Entonces no está muerto, sólo que estará pasando por algún momento malo.

Efectivamente en ese momento en el hospital la espina del rosal azul iba recorriendo poco a poco las venas de sus manos hasta llegar al corazón. Comenzó a dar síntoma de mejoría pero a la vez de peligro. Uriel llamó corriendo a los doctores al ver que se encontraba en mal estado. Los doctores tuvieron que investigar qué le ocurría pues sus pulsaciones menguaban lentamente. El doctor decidió que lo mejor era un láser pero antes había que hacerle unas pruebas para ver si lo superaría. Se encontraba igual que en mi sueño, pálido con los ojos y los labios morados, el cuerpo congelado y marcas del frío en sus ropas. No podía entender cómo he podido darle vida en mi sueño, es mi amigo y a la vez mi peligro pues por mi culpa estoy perdiendo a mis amigos. Cada vez que intento protegerles de algo los pongo en peligro. Primero con Edgar cuando le dije que no tuviera miedo que lo protegería y no pude, luego con Mery, más tarde con Uriel. El sentimiento de culpabilidad no cesaba e iba en aumento. La reina Bianca me dijo que diéramos un paseo por el bosque de cerezos que tenía plantado en su jardín y así fue. En él había animalitos por doquier, desde conejitos blancos como la nieve, hasta pavos reales, también había tigres blancos, lobos blancos, gatitos blancos, incluso cisnes en el lago. El lago de aquel lugar me recordaba bastante al lago de cristal que había en mi pueblo ya que estaba estructurado de la misma forma. Ella me dijo que mi rostro le sonaba de algo de haberme visto antes pero no sabía de qué. Sólo que yo era diferente a Dafne, yo le daba armonía y paz, pero Dafne desconfianza y miedo. Me estuvo contando historias de las islas espejismo que la verdad me sonaban bastante pues las estudié en el orfanato pero nunca pensé que fueran ciertas ya que las islas espejismo las estudiaba como mitologías del planeta. Llegamos a la entrada de la cueva y comenzamos a adentrarnos hacia ella, nos acompañaban dos lobos blancos con ojos azules como el zafiro. La reina siempre iba protegida por ellos ya que muchas veces la han intentado atacar para destronarla del trono que un día su padre le entregó al morir. La madre de Bianca era familia de la reina de Atledia pero están enfadadas. Yo sabía que Dafne era de Atledia pero tenía miedo de decir algo y que me reprochara luego Dafne por hablar de ella. Llegamos por fin al lugar donde teníamos que nadar para ir a Ofidio mis compañeros llegaron más tarde venían acompañados de Balthor que a su vez era un gran amigo de la reina. Al acercarme al agua noté una obscuridad nadar por esas aguas, era como si fuera a pasar algo maligno. Tuve miedo y los lobos comenzaron a aullar, la reina intentó calmarlos. Dafne comenzó a encontrarse mal debido a que sentía como si alguien la estuviera llamando. Se acercó a mí y me dijo al oído:

-Víctor, por favor vayámonos de éste lugar, tengo miedo.

La miré a los ojos y estaba tan asustada que sus manos apretaban fuertemente mi brazo. Nunca la había visto tan aterrada, su cuerpo temblaba y comenzaba a encontrarse mal, la piel la tenía helada. Les dije a todos que era mejor que nos fuéramos al hotel, que ya se estaba haciendo tarde y que Dafne se encontraba mal. Tía Dorothy junto con Balthor y la reina la miraban raro. Pero no me importó, la subí a mi espalda hasta salir de la montaña y al subir en el coche la tumbé y me bajé para despedirme de la reina prometiéndole que volvería al día siguiente para poder saber más cosas acerca de la isla. Ya que me quedé muy intrigado con varias cosas. Necesitaba respuestas en varios temas y necesitaba disiparlos, algo me decía que ella me daría las respuestas. Volví al coche con mis compañeros y marchamos al hotel. Dafne se quedó en su habitación y nosotros bajamos al restaurante a cenar. Volví a notar aquella extraña presencia y ésta vez con más intensidad que antes. Miré hacia todos los lados pero no había nada. Terminé de cenar y me marché hacia el jardín y comencé a caminar. Empecé a escuchar suspiros en el aire, y me dejé llevar hacia el corazón de aquel hermoso jardín. La luna se encontraba alta en el celeste azul, la luna tenía ésta vez un brillo especial, diferente a los demás. La presencia era cada vez más y más grande. Un silencio frío y aterrador comenzó a recorrer mi cuerpo, comencé a dar vueltas sobre sí mismo y la música del restaurante iba poco a poco desapareciendo. Las voces se escuchaban cada vez más claras, podía oír lo que me decían, eran los gritos de Mery, gritaba aterrada por el horror que la tenía entre sus manos. Comencé a gritar su nombre, pero nadie respondía.

-¡¿Por qué me hacéis ésto?! Gritaba con impotencia. Caí al suelo de rodillas llorando de impotencia.

Una mano se postró en mi hombro y una cálida voz me habló:

-No tengas miedo, el miedo da vida a la obscuridad.

La voz desapareció alcé mi cabeza hacia el frente y no había nadie. Me levanté y me hizo llenarme de fuerza. Volví a recordar el momento de Edgar, cada vez lo notaba más dentro de mí. Ahora entiendo cuando Uriel dijo que éramos parte de un todo, éramos como almas gemelas, sentía como si pudiese ver a través de sus ojos. Lo veía tendido en su cama, casi podía rozarle. Tenía miedo pero a la vez fe en que sanase. Me marché a la habitación del hotel y me bañé. Durante la ducha los recuerdos me volvían, era como volverlos a vivir de nuevo. Salí de la bañera, me puse delante del espejo a cepillarme el cabello y me marché a la cama. Hace tiempo que no escribo en el diario, me dije. Cogí mi diario y comencé a escribir, hasta quedarme dormido.
Mientras dormía mi habitación se cubría de obscuridad, la sombra de aquel día en el hospital volvió a aparecer ante mí, cubriendo toda mi habitación de hielo. Se acercó y se quedó toda la noche mirándome.

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