Ha
pasado ya una semana y media desde que estamos en isla Petrea, la
verdad, nunca pensamos que íbamos a estar durante tanto tiempo aquí.
Durante nuestra estancia en ésta isla han ido ocurriendo cosas que
jamás pensé que iban a suceder. El que todo el mundo le sonara mi
rostro de haberlo visto en algún lugar, el que yo sea el hijo del
mar, que a Dafne la odien tanto y todos digan que tenga cuidado con
ella ya que no es de fiar.
Estuvimos
también en el palacio de Bianca y haciendo turismo por todos los
rincones de ésta hermosa isla, la isla del amor. También he podido
ver en la fuente del oráculo cosas que jamás pensé que vería,
como fue el caso de Edgar o la muerte de aquel hombre. ¿Quién sería
aquel hombre? No le pude ver bien la cara, pero juraría que he
escuchado algo de ésto antes.
Estamos
a día 5 de Diciembre y acaba de amanecer en isla Petrea, hoy por fin
vamos a poner rumbo para buscar la isla Ofidio. Tengo miedo la
verdad, pero quiero encontrar la Orquídea para salvar a Uriel.
Salimos todos juntos del hotel y pusimos rumbo hacia el palacio de
Bianca con nuestros coches.
Una
vez en el palacio aparcamos los coches y ahí nos estaba esperando
ella tan hermosa como siempre.
-Buenos
días chicos, ¿Preparados para la gran aventura? Nos decía
asustada.
-¡Sí!,
le respondí con toda seguridad.
Nos
fuimos para el palacio y nos vestimos con el traje de buzo partimos
hacia la cueva de las penas y nos adentramos en ella. Ahí nos
estaban esperando las damas de la noche. Tía Dorothy, Emily y Dafne
no estaban seguras si era lo correcto entrar en ese agua y sobre todo
con aquellas criaturas. Las damas de la noche, se sintieron un poco
ofendidas por el acto de las tres pero lo comprendieron, eran muchas
las leyendas que había sobre ellas. Por otra parte a Dafne no la
dejaban de mirar mal, ¿Qué es lo que tendría Dafne para que no la
dejaran de mirar así? Me decía interiormente. Comenzamos a entrar
en el agua y nos sumergimos. Las damas de la noche nos ofrecieron su
ayuda junto con sus amigos los delfines. Aquel lugar era hermoso, una
vez que salimos del interior de la cueva subterránea salimos a
pleno mar, y aquel lugar era hermoso. Había un palacio hundido y en
él, había gente que nos miraban con desconfianza, intentaron
atacarnos aquellos guardias pero las damas de la noche se lo
impidieron. Estuvieron hablando con ellos y le dijeron que era yo el
hijo del mar y se calmaron. Nunca entenderé por qué dicen tal cosa.
Nos estuvieron acompañando hasta llegar al interior de Ofidio, yo no
estaba pendiente del recorrido en sí, si no que estaba pendiente de
lo maravilloso que era aquel lugar. Los rayos del sol se filtraban
desde la superficie y jugaba un buen papel en el fondo marino, los
corales, las anémonas daban vida a aquel lugar con sus hermosos
colores, había cientos de tipos de peces de todo tipo de color.
Incluso había música una joven de aquel palacio estaba tocando
sentada en una roca tocando una antigua lira. No quería salir de
aquel lugar, me sentía en el paraíso.
Finalmente
llegamos hacia el interior de la cueva que nos llevaba a isla Ofidio.
Había algo extraño, ¿por qué si la isla está sumergida en el
fondo del mar, se puede respirar aire fresco? Una de los guardias de
aquel palacio me respondió a esa pregunta:
-Pequeño,
la isla Ofidio es invisible en la superficie del mar, para acceder a
ella tienes que acceder por éste único camino. Es como un cuerpo
invisible que la protege, por la zona donde se encuentra ésta isla
siempre hay mucha niebla en la superficie. Los marineros ya no pasan
por éstas zonas, debido al miedo a naufragar. Suele haber muchos
torbellinos y muchas tormentas. Hay una pequeña leyenda que dice
así: La isla Ofidio fue devorada por una enorme serpiente marina y
cuando ésta serpiente tuvo que mudar de piel su piel fue la que
cubrió el lugar. Suena un poco extraño pero son sólo leyendas del
mar. Lo que es cierto es que hay miles de serpientes en esa isla y a
cual más grande. Tened mucho cuidado ahí arriba, nosotros nos
debemos de marchar ya.
Nos
despedimos de los guardias y de las damas de la noche, nos quitamos
los trajes de buzo y los pusimos dentro de la mochila. Salimos de la
cueva y un enorme rayo de luz nos cegó, nos tapamos los ojos y al
abrirlos de nuevo nos enamoramos del lugar.
Todo
estaba coloreado de verde, enormes árboles se alzaban ante nosotros.
Un enorme suelo verde cubría toda la isla, con hermosas flores de
todos los colores. Las aves cantaban y sobrevolaban por el cielo.
Parece brujería, ¿Cómo es posible que habiendo niebla se pueda ver
éste cielo tan azul? Decía en voz alta.
Todos
estábamos boquiabiertos al ver aquel lugar tan maravilloso, desde
luego parece un oasis el nombre de las islas, le venía como anillo
al dedo. Pero no es posible que algo tan hermoso sea tan peligroso.
Tardaron poco en responderme.
-Todo
ésto es precioso como se nota que es la boca del lobo, un lugar
precioso, maravilloso, lleno de luz y vida oculta en su corazón el
peligro. Es como las plantas carnívoras, atraen a su presa con su
belleza y se las devoran. Respondió Emily.
-Yo
creo que no hemos hecho bien en venir. Respondió tía Dorothy.
-¡Por
los bigotes de un barbo! ¡éste lugar es el paraíso! Respondía el
capitán.
-Emily
estoy contigo, es hermoso pero es sólo una ilusión para caer en la
boca de las víboras. Respondía Balthor.
-Bueno
chicos dejémonos de babear y comencemos a buscar la orquídea esa
porque no me gusta para nada éste lugar. Respondía Dafne.
Todos
nos quedamos mirándola un rato y comenzamos a andar hacia el corazón
de la isla. Era hermoso todo aquello, se oían las olas del mar
romperse contra las rocas y en la orilla. Nos pusimos a mirar el mapa
y nos indicaba que teníamos que pasar por las cataratas caimán.
Entre los árboles se movían pequeñas serpientes de todo tipo de
colores y tamaños pero no parecían ser tan peligrosas hasta que
ante nosotros nos encontramos una enorme piel de serpiente. El
capitán se quedó boquiabierto al ver las dimensiones de aquella
piel.
-¡Nunca
he visto tal serpiente! ¡Ésta es sin duda la reina madre! Medirá
al menos unos 20 metros. Respondía aterrado.
-Es
la piel de una cría de serpiente. Le respondía Balthor.
-¿Una
cría? Respondía tía Dorothy asustada.
-Sí,
aquí las serpientes mudan muy rápido de piel debido a la calor que
hace y a la alimentación.
Yo
al verla me asusté bastante, las serpientes eran mi mayor miedo, y
al ver aquella enorme piel me asusté bastante. Balthor decía que
esa piel tenía ya bastante tiempo y que el tamaño habrá aumentado
con el tiempo. Todos allí reíamos por no llorar. Comenzamos a andar
por las cataratas, el camino era muy estrecho y caminábamos con
cuidado de no caernos, el capitán se resbaló y casi se cae al
vacío. Desde aquel lugar podíamos ver toda la isla y era hermosa.
No parecía tan grande, pero es como yo digo, lo mejor son las cosas
pequeñas porque se aprecia más. Todo estaba verde, se podía ver a
lo lejos el mar azul, hacía un hermoso juego de colores. Las aves
del paraíso sobrevolaban toda la isla. Salimos de las cataratas y
decidimos acampar para poder descansar un poco. Balthor nos dijo que
no teníamos que pasar mucho rato en un mismo sitio, porque había
nidos por todos lados. Nos dijo que un campo de minas era más seguro
que ésta isla. La verdad, me aterró bastante lo que dijo. Saqué mi
comida y me alejé un poco del grupo para descansar y pensar en mis
cosas.
-¿cómo
se encontrará Edgar? Espero que no ocurriera aquello que vi en la
fuente. Tengo miedo de que le pase algo.
-¡Quieto,
no te muevas! Decía Balthor.
-¿¡Qué
pasa!? Respondí asustado.
-Tienes
una armadeira bajando por tu camiseta. No te muevas o de lo contrario
te picará y puedes morir en el acto.
-¡Cómo
que una armadeira!, ¡¿Qué clase de bicho es ese?!
-Es
una araña venenosa, su veneno es tan poderoso que podría matarte en
décimas de segundo.
En
ese momento me quedé de piedra y estaba asustado, Balthor me la
quitó y la metió en un bote de cristal. Me levanté asustado y con
el vello de punta.
-Balthor
tengo mucho miedo y ésta isla me está poniendo enfermo. ¿Dónde se
encuentra el lugar de la flor?
-Tranquilo
pequeño, el lugar está arriba de la montaña, pero hasta la noche
no se pueden recolectar las flores. Será mejor que nos vayamos de
aquí pronto, no me hace mucha gracia el silencio tan escalofriante
que hay desde hace rato.
Nos
fuimos con los demás, Balthor le entregó la araña a Emily y la
guardó junto con las demás muestras que había ido cogiendo. Y
continuamos el camino, para poder llegar a la montaña teníamos que
cruzar el río Conda. El único inconveniente no era que el agua
fuera rápida, si no que en él había sanguijuelas, caimanes,
pirañas y serpientes. Las pirañas no les tenía miedo, eran unos
peces tranquilos como los demás, son herbívoros no son como en las
películas que solían hacer para aterrar al público. Lo que más
miedo me daba eran los caimanes y las serpientes. A parte, las
sanguijuelas me daban mucho asco. Balthor sacó una cuerda de su
mochila y la lanzó al otro lado del río. Emily y tía Dorothy
estaban aterradas por lo que pudiera pasar en el camino hacia el otro
lado.
Una
vez bien sujeta la cuerda Balthor comenzó a caminar por el agua, la
corriente iba bastante rápida, nos advirtió que tuviéramos
bastante cuidado. Le siguió Emily, después tía Dorothy, luego yo,
tras de mí Dafne y por último el capitán Mondragón. Cuando íbamos
por mitad del río notamos una sensación extraña nadar por debajo
del agua, Balthor nos dijo que nos aligerásemos, había serpientes
bajo nuestros pies. A lo lejos se podían ver nadar caimanes.
Comenzamos a ir más deprisa y asustados. Dafne se le encajó el pie
en una de las rocas y no podía continuar, el capitán intentó
ayudarla pero la piedra pesaba tanto que una persona sola no podía
moverla. Balthor llegó al otro lado y Emily junto con tía Dorothy
se quedaron en la orilla. Balthor volvió a entrar y entre los tres
intentamos moverla. Finalmente conseguimos apartar la roca y Dafne se
quedó libre, pero la sangre atrajo a más caimanes, salió a la
orilla y al capitán le mordió un caimán en la pierna, dejándolo
herido.
-Perdóname
capitán por mi culpa te han atacado. Dijo llorando de la impotencia.
Tenía que haberme quedado ahí y morir yo en vez de que le atacasen.
-¡No
digas bobadas jovencita!
-Es
la verdad, aquí soy un estorbo.
-¡Basta
ya! Dije cabreado. Ya hemos llegado muy lejos, no nos vamos a detener
y mucho menos a dramatizar tanto. Dafne haz el favor de no ponerte
así, ¡vamos!
Continuamos
nuestro camino y la noche estaba cayendo, la luna llena se podía ver
nacer de entre los árboles. Aquella hermosa luna de sangre era
hermosa. Pero mientras caminábamos veíamos unos enormes ojos rojos
moverse entre los árboles. Teníamos miedo, Balthor nos dijo que las
serpientes nos habían visto ya. Cada vez estábamos más cerca del
lugar, y ahora teníamos que mantener los ojos bien abiertos.
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