El
sol comenzó a entrar por la ventana, desprendiendo esos rayos de luz
divina por toda la habitación, acompañados de él, una suave, tenue
y fresca brisa de la mañana, hacía mover los visillos celestes con
una delicadeza majestuosidad y acompañado de los rayos de sol
parecía reflejarse en las paredes de mi habitación el vestido de un
ángel celestial.
Al
abrir mis ojos, la volví a percibir. Era como volver a repetir lo
ocurrido anoche en el acantilado de la novia. Mi habitación estaba
llena de armonía y de paz. Todo se encontraba en calma, me giré y
lo vi a él.
Al
acariciarlo lo noté caliente, su temperatura había subido, le tomé
la temperatura y presentaba 40 décimas de fiebre, ese su sudor frío
y sus delirios me asustaron. Corrí hacia el lavabo para coger un
paño de agua fría y colocárselo en la frente. Me coloqué mi bata
y bajé corriendo a llamar a la ambulancia. No tardó ni cinco
minutos en llegar, nos subimos y marchamos hacia el hospital.
Los
médicos comenzaron su tarea yo tenía miedo, sabía que estaba mal
lo que iba a hacer pero no podía aguantar más. Llamé a Mery y ella
me dijo que vendría rápidamente, pasadas tres horas Mery llegó
junto con su tía Dorothy Rellismare una mujer mayor de unos
cincuenta años de edad, su cara era igual que la de un ángel, sus
cabellos dorados eran largos y ondulados. Su sonrisa era mágica
transmitía mucha paz y esa mirada tan dulce representaban la
armonía. Sus ojos eran verdes esmeralda pero en esos momentos su
mirada estaba perdida, aún estaba dolida por la muerte de su marido,
el señor Edward Miller.
-¿Cómo
estás hijo? Me dijo Tía Dorothy.
-Mal..
le contesté. Tengo miedo, de que Edgar muera. Anoche ocurrieron
muchas cosas.
Mery
nos estuvo contando a tía Dorothy y a mí que ella también tenía
miedo, pero que teníamos que ser fuertes, y que no teníamos que
aferrarnos al horror. Aquellas palabras nos llegaron al corazón,
hablaba como un ángel, mantenía ese ritmo y ese compás que parecía
melodía angelical en vez de la simple voz de una mujer. Su voz
conquistaba los pasillos de aquel hospital.
El
sol volvía a entrar por las ventanas y aquella suave y delicada
brisa pero con cierto aroma a mar nos hacía calmarnos. La volví a
notar, volví a sentir esa sensación de cuando me acariciaba la
cara, pero ésta vez me abrazaba podía notar unos latidos en mi
espalda. En ese momento me llené de fuerza y ya no tenía miedo.
Algo me decía que no tenía que tenerlo, que fuera paciente.
Mery
junto con tía Dorothy y yo estábamos ansiosos por saber los
resultados de Edgar, a pesar de la tranquilidad que me invadió al
volver a sentir aquella sensación, tenía esa cosa agarrada en mi
pecho. No quería pensar ni por un momento que Edgar muriera. El
pensar que muriera nos mataba a los tres.
Pasadas
cinco horas el doctor salió, y nada más llegar a nosotros, le
preguntamos ¿cómo estaba? ¿Qué le pasaba? Y un sin fin de
preguntas.
El
doctor nos respondió con tono apagado, él está bien, la fiebre a
bajado pero tenéis que darle tiempo pues hemos notado una hemorragia
interna que podría ocasionarle la muerte.
-¿Una
hemorragia interna doctor? Pregunté. ¿A qué es debido?, ¿Qué fue
lo que la provocó?
-No
lo sé. Me respondió fríamente. Es la primera vez que tratamos un
caso como éste, sus manos nos presentaban daños físicos pero sí
internos y no sabemos cuál era el motivo.
“Sus
manos nos presentaban daños físicos pero sí internos y no sabemos
cuál era el motivo.”
Aquellas palabras me
marcaron, y comencé a recordar la noticia de aquel periódico.
”Dos Jóvenes
han sido hallados muertos en el parque del lago de cristal.”
“Sus
Nombre Víctor Lucksim y Edgar Lupinasckov.“
“En
la madrugada del Jueves 5 de Noviembre de 2020 dos jóvenes se han
hallado muertos en las orillas del lago de cristal iluminados por la
luna azul. Éstos dos jóvenes se encontraban desnudos, sin ninguna
marca ni rasguño de intento de atraco, ni agresión física. Su piel
congelada y su corazón detenido fue lo que nos hizo llevarlos
corriendo al hospital de la ciudad. Ahí nos informaron que habían
fallecido de muerte natural. En sus manos portaban una rosa azul, sus
manos manaban sangre debido a las espinas clavadas en ellas. No
obstante no quiere decir que murieran desangrados ya que sus manos no
presentaban ninguna herida.“
-¡No era posible!, ¿qué
estaba ocurriendo?- Me preguntaba continuamente.
-Entonces doctor, ¿cuándo
le darán el alta? Pregunté.
-Aproximadamente en tres
días, si vemos mejoría en el paciente, en caso contrario tendremos
que volver a intentar otro método de curación.
Tia Dorothy nos dijo a
Mery y a mí que nos fuéramos para casa que nos iba a preparar una
tila y una sopa para calmarnos. Así fue, nos fuimos y en el
recorrido volvió a atardecer. Mi barriga rugía como un león
hambriento, no había comido nada durante todo el día debido al
desánimo y la angustia.
Una vez en casa, mientras
cenábamos les conté lo ocurrido en el día anterior. Tía Dorothy
quedó boquiabierta al oír la historia.
-Hijo, me conmueve todo
lo que estás contándonos. Pero más aún que seas tú.
-¿Que sea yo? A qué te
refieres? Le contesté.
-Sí, tú eres el hijo de
Anéri Helsky. La muchacha que se suicidó en aquel acantilado.
-Entonces... ¿ella es mi
madre? Pregunté con tono de euforia pero con un toque melancólico.
-Son muchas las leyendas
que cuentan de aquel acantilado. Me dijo, pero es mejor que lo
hablemos mañana, si queréis mañana vamos a la biblioteca y nos
cogemos toda la información del lugar. Me dijo.
Tras esas palabras Mery y
yo nos subimos a las habitaciones para tratar de dormir. Tía Dorothy
se quedó recogiendo la mesa y se quedó dormida en el sofá junto a
la chimenea viendo un álbum de fotos de cuando era pequeña. Aquella
noche, no era como todas las demás noches, algo extraño ocurría.
Un viento gélido penetró por la ventana. Los rayos de aquella luna
azul llenaban de luces y sombras toda mi habitación. Y ahí estaba
ella otra vez, esa sombra negra con ojos rojos que me atormentaba
todas las noches durante mi infancia. Se quedó toda la noche
mirándome, yo abrí los ojos por un momento y me asusté al verla
pero no quise armar un escándalo así que decidí acostarme de
nuevo.
A la mañana siguiente en
mi techo había escrito con sangre las terroríficas palabras de:
“Vas a morir”
Al ver aquellas palabras,
me asusté y comencé a gritar. Mery vino corriendo junto con tía
Dorothy y me preguntaron asustadas... ¿Qué ocurre Víctor?, yo les
dije que mirasen al techo pero al mirar no había nada. Mery
impactada me preguntó qué era lo que me estaba pasando, no era
normal lo que me ocurría. Me dijo que me calmara y dejara de
atormentarme con lo de Edgar y con lo que ocurrió aquel día en el
parque y lo de la noche.
Ella no entendía nada y
me daba coraje pero a la vez no podía enfadarme con ella pues no
sabía nada de lo mío. Tía Dorothy ocultaba algo y yo tenía
demasiada curiosidad por saber qué era, pero tenía miedo a la vez
por como podría afectar eso a mi vida.
Me bañé y mientras Mery
se quedaba en casa estudiando para un examen de la universidad, tía
Dorothy y yo salimos a la biblioteca para investigar más a fondo
sobre el tema.
Durante el recorrido tía
Dorothy estuvo contándome su vida de estudiante y de como conoció a
su marido. También me contó que ella no tuvo nunca hijos pues era
estéril. Su marido a pesar de ser el amor de su vida también era un
hombre serio y con problemas con la bebida, la maltrataba y le echaba
en cara que era estéril. Decía que le soltaba muchas veces sin
venir a cuento: “Eres peor que una planta marchita, deberías de
pudrirte del todo como hacen las demás” Aquellas palabras me
mataban por dentro. Pero ella me contaba que a pesar de todo lo que
le decía, ella lo amaba con locura pues gracias a él pudo salir
adelante cuando su familia le dio de lado al enterarse que no era una
chica normal.
Le pregunté a qué se
refería con eso último y me respondió... -desde muy pequeña tuve
un don muy especial, podía ver a las personas que ya no están entre
nosotros.- Yo me quedé de piedra al escuchar aquellas palabras. Me
dijo también que su familia la trataba como loca, su hermana, la
madre de Mery era la única que medio le hablaba y la entendía, pues
era una chica muy noble. La madre de Mery murió con poca edad al
poco tiempo de nacer ella. Nacimos en tiempos muy difíciles ya que
las guerras estaban a la orden del día.
El recorrido se nos hizo
corto debido a la conversación tan interesante que manteníamos. Y
una vez dentro de la biblioteca usamos el internet y los libros
informativos sobre leyendas del lugar. En especial, el acantilado de
la novia. Ésto fue lo que encontramos.
“2
de Julio de 1991, una joven chica de 22 años de edad se suicida por
el acantilado. La chica dio a luz a un hermoso bebé el cuál, fue
recogido por el orfanato Manestfield. Pocos minutos después de dar a
luz la joven se suicidó tirándose al vacío, junto a ella su más
fiel amiga Dorothy Rellismare la cuál intentó detenerla se hizo
cargo del pequeño Víctor Lucksim Helsky. Según nos contó la
pequeña Dorothy, Anéri había terminado de casarse cuando se enteró
que su marido había estado engañándola con otra chica y que sólo
se había casado con Anéri por su dinero. Éste al ver que Anéri
salió huyendo de la iglesia de Equínia fue en su busca. Estuvieron
discutiendo durante varias horas, ella se encontraba mal porque el
pequeño Víctor estaba apunto de nacer. Él la apedreó i la tiró
por los suelos humillándola. Anéri de la impotencia se levantó y
en el pico de aquel acantilado dio su último suspiro dando a luz a
un ángel, el momento según nos contó Dorothy fue mágico. Una
enorme luna azul conquistaba el celeste cielo del noche. Las olas del
mar agitadas por el viento rompían en la montaña y un rayo de luna
encunó aquel emotivo momento. Una dulce melodía, de extraña
procedencia las rodeó y ese fue el momento mágico en el cual Anéri
Helsky dio a luz. Al poco rato la joven se puso en pie, se descalzó
los zapatos de tacón que llevaba puestos, miró al cielo durante un
segundo y comenzó a caminar.
Sin
pensarlo dos veces saltó al vacío, un grito aterrador hizo volar
hacia el estrellado celeste un mar de palomas blancas. Dorothy quiso
impedirlo pero fue tarde, al ver aquel mágico momento de las
palomas, un cisne blanco la detuvo. Anéri desapareció entre las
olas del mar sin dejar rastro alguno. Desde aquella noche, se escucha
el canto de una nana. Cuentan que en las noches de luna llena y
cuando la Selene es azul se pueden escuchar los cánticos angelicales
de la joven Anéri cantándole al pequeño Víctor para que cese su
llanto y pueda irse a dormir.”
Al leer aquella noticia
mis ojos comenzaron a derramar lágrimas de tristeza y de rabia. Miré
a tía Dorothy y la abracé, ahora entendía todo, por qué me
trataba como a un hijo. Ahora entendí tantas cosas y pude responder
tantas preguntas a las que nunca encontraba respuesta. Le pregunté
por mi padre y ella me contestó que murió en un accidente de coche
a los pocos días en la curva que lleva a aquel acantilado. Muchas
veces pensó que podría haber sido mi madre en venganza por el daño
que le hizo pasar. Me dijo que no estaba solo, que la tenía a ella y
a Mery, luego cuando Edgar mejorara pues también estaría ahí para
ayudarme.
La volví a abrazar
fuertemente y nos fuimos de aquel lugar, le pedí que me acompañara
al acantilado de la novia a llevar una cosa. Y así fue, le llevé un
ramo de flores, era un ramo de rosas blancas y rojas y azules con un
papel en forma de alas de cisne abierto. Me descalcé, miré hacia la
luna y grité ¡mamá te quiero!.
En aquel momento la brisa
marina cesó, y pude sentir como un beso en la mejilla, y volvió a
nacer esa brisa fresca. Tía Dorothy me dijo que ella estaba ahí,
que mi madre estaba delante de mí que no tuviera miedo. Que ella
también me quería y que era mi ángel de la guarda. Que tuviera
cuidado pues la obscuridad estaba ahí y me quería hacer daño. Que
no me alejara nunca de tía Dorothy pues ella era la luz que
necesitaba para no perderme en el camino. Al darme la vuelta y volver
al coche tía Dorothy me dijo que me girara, y en ese momento, pude
volver a ver la escena de mi madre cayendo al mar y cantando la nana.
Me sentí feliz y triste a la vez pues esa canción siempre estuvo
metida en mi cabeza desde bebé.
Nana
niño nana,
duérmete
en mis brazos tesoro
nana
niño nana
la
luna se hace cuna para acunarte en cada noche
nana
niño nana
las
estrellas te arropan en su manto celestial
nana
niño nana
Eres
un ángel del cielo digno de admirar.
Nana
niño nana
duérmete
tesoro y nunca dejes de soñar.
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