miércoles, 26 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 15: ORQUÍDEA SANGRIENTA.

-->CAPÍTULO 15: ORQUÍDEA SANGRIENTA.

La noche ya había llegado y la luna de sangre estaba poco a poco subiendo al celeste azul, todos estábamos asustados, aquellas miradas no cesaban de mirar. Encendimos unas antorchas para poder ver mejor en la obscuridad de la noche. Nos iba quedando poco para subir a la cima de la montaña, pero el cansancio podía ya con nosotros. Teníamos miedo de que pudiera pasarnos algo ahora.

-Tened cuidado por éste camino, la hierba comienza a desprender humedad y podemos resbalar y caer al río. Nos decía Balthor.

El capitán comenzó a toser muy seguidamente, y empezó a escupir sangre.

-¿Qué te pasa Aden?, ¿Te encuentras bien? Preguntaba asustada tía Dorothy.

-Tranquila, éste viejo calamar está ya acostumbrado a todo ésto. ¡Sigamos! Respondía.

No era la primera vez que lo veía en ese aspecto, tenía miedo de que le pasara algo al pobre capitán. Aún es joven, pero está muy quemado por dentro. Me detuve un momento en el camino al escuchar un seseo cerca de nosotros.

-¿Qué es ese ruido? Pregunté asustado.

-Tranquilo, no te detengas que las serpientes las tenemos bajo nuestros pies.

Iba agarrado a la pared para evitar caerme, pero no podía evitarlo y miré hacia abajo, en ese momento pude ver un enorme nido de serpientes, era época de apareamiento y los machos se estaban peleando para conquistar a la hembra. AL ver aquella escena me asusté más de lo que estaba. Perdí un poco el equilibrio y me resbalé, tuve suerte, Balthor se agarró a una liana y me tendió su mano para cogerme.

-Gracias, le dije asustado.

-Tranquilo, no ha pasado nada. Debes mirar más por donde caminas, estamos en sitios muy peligrosos.

Dafne iba un poco dolorida por la roca y el capitán iba también el pobre un poco cojo. Conseguimos salir de aquel camino y llegamos a la cima. La luna desprendía unos rayos rojos como la sangre iluminando la cima.

-¡Mirad!, ¡Ahí están las Orquídeas de sangre! Gritó Dafne eufórica.

-¡Sh! No grites de esas maneras o lograrás que nos oigan. Respondía Balthor.

Dafne salió corriendo para arrancar las flores y mientras las arrancaba se reía de unas maneras que nunca imaginé oír. Daba miedo, de entre los árboles comenzaban a moverse sigilosamente sombras.

Un silencio lo bastante frío nos dejó petrificados a todos, sólo se escuchaba la risa de Dafne en aquel silencio de la noche. Las orquídeas comenzaron a abrirse y a desprender su polvo. Las serpientes de la zona saltaron de entre los árboles rodeando las orquídeas y a Dafne.

-¡Socorro! Gritaba aterrada.

-¡MIERDA! Gritó Balthor.

-¡NO! Gritaba Tía Dorothy.

-¡Ay que me da! ¡DIOS MÍO AYUDA!, gritaba aterrado.

-¡HUYAMOS! ¡Que les den a las orquídeas, son enormes!

-¡Tranquilos! ¡No os mováis!, por la noche las serpientes son ciegas y no ven, sólo escuchan. Respondía el capitán con un tono de inseguridad.

Dafne estaba aterrada, pero no dejaba de arrancar las orquídeas y metiéndolas en la mochila. Las serpientes se alzaron ante nosotros y no dejaban de mirarnos, sus enormes colas comenzaron a rodearnos a todos. Nos encontrábamos aterrados, Balthor no parecía estar asustado. Pensé que sería por estar acostumbrado a haber estado aquí, pero no me tranquilizaba. Yo junto con Emily y tía Dorothy comencé a llorar de la impotencia, tenía miedo y no sabía como reaccionar. Sus lenguas viperinas rozaban nuestros rostros y nuestras pieles comenzaron a erizarse. Esos seseos en mis oídos me aterrorizaban, me hacían recordar a las pesadillas que vivía cuando era pequeño. Una espesa niebla comenzó a nacer de la nada cubriendo todo el lugar. Dafne intentó escapar del círculo de serpientes y una serpiente la enganchó de las piernas y la tiró al suelo.

-¡Dafne no! Grité asustado acompañado de lágrimas.

-¡AYUDA! Gritaba aterrada.

Balthor sacó las bengalas y se las lanzó a las serpientes para distraerlas, pero fue en vano. Una enorme víbora me apretaba y podía sentir como poco a poco me iba estrangulando, los ojos se me iban cerrando lentamente y podía ver como visiones. Mery estaba en un cementerio enterrada viva bajo un nido de víboras. Al verla me llené de fuerza e intenté salir de ahí. Balthor cogió su pistola y comenzó a disparar, Emily, tía Dorothy y el capitán consiguieron huir y se escondieron. Dafne estaba intentando escaparse de aquellas serpientes que la rodeaban. Me giré y vi a una serpiente acercándose lentamente hacia Balthor.

-¡Balthor! ¡HUYE! Gritaba.

Se giró y Dafne sacó una pistola de la mochila y apuntó hacia la serpiente pero el tiro se le fue de las manos y le disparó a la pierna a Balthor, éste cayó al suelo y la serpiente se lanzó a él devorándolo ante nosotros de unas maneras salvajes. Lo alzó al aire y comenzó a engullirlo lentamente.

-¡NO! ¡BALTHOR NO! Gritaba.

Emily al escuchar mis gritos salió de entre su escondite y vio aquella escena de Balthor siendo devorado por aquella enorme anaconda.

-¡BALTHOR NO! Gritaba mientras lloraba.

Dafne de la impotencia comenzó a llorar, e intentó huir con la mochila. Tía Dorothy salió tras ella, gritándole. “¡Asesina! ¡Vuelve maldita traicionera!” Dafne cayó rodando por un acantilado hacia el mar, tía Dorothy no podía creer lo que estaba viendo en ese momento. Volvió a revivir aquel momento en el cual mi madre se suicidaba por el acantilado de la novia. Cayó de rodillas ante él se quedó mirando al mar, viendo como las olas rompían salvajemente contra las rocas. No había ningún rastro de Dafne, había sido devorada por el mar. Se alzó llorando y comenzó a gritar. El capitán mientras tanto cogió una pistola de dardos y comenzó a disparar somníferos a las anacondas. Conseguí librarme de ella y salí corriendo hacia Emily, la pobre estaba destrozada, nunca la había visto así. La agarré del brazo y la ayudé a levantarse, todo había acabado. Balthor había sido devorado por aquella enorme anaconda y nos encontrábamos hundidos y destrozados por aquel momento. Comenzamos a caminar los tres hacia donde corrieron tía Dorothy y Dafne y allí nos la encontramos llorando llena de sangre por los rasguños que le provocaron las ramas de los árboles.

-¿Qué te ha pasado?, ¿Dónde está Dafne? Pregunté asustado.

-Dafne no está, me respondió fríamente.

-¡Cómo que no está!, ¿Dónde se ha ido? Le dije enfurecido.

-Dafne ha caído al vacío, salí tras ella insultándola y ella se resbaló y cayó rodando hacia el acantilado. ¡Soy una asesina, una asesina! Gritaba.

-¡NO!, ¡DAFNE NO! Gritaba con gritos desgarradores.

Me acerqué al acantilado y pude ver el mar romper contra el mar y sin pensarlo dos veces me lancé al vacío gritando su nombre. Mientras caía al mar, Emily quiso impedirlo y cayó de rodillas y me vio desaparecer en el mar.

-¡NO!, ¡VÍCTOR NO! Gritaba llorando.

Tía Dorothy no cesaba de llorar y de gritar que se sentía culpable por haber matado a Dafne, Emily acabó destrozada al ver que perdió a Balthor, del cual se estaba enamorando lentamente. Aquella hermosa semana que pasamos en la isla, los dos estuvieron muy enamoradizos, se les notaba en las miradas aunque no querían decir nada. El amor de ellos dos fue un idilio en una penumbra. El capitán agarró del brazo a Emily y la levantó, le tendió la mano a tía Dorothy para que se levantase del suelo y los tres comenzaron a mirar al mar abrazados. La luna de sangre iba desapareciendo poco a poco entre la montaña. La luz del alba comenzaba a nacer de entre aquel enorme océano. Una enorme bandada de palomas blancas comenzaron a volar de la nada, alzando su mágico vuelo desde el mar hasta el cielo anaranjado por el crepúsculo de la mañana. Una tenue brisa comenzó a soplar haciendo mover las melenas de Emily y tía Dorothy simulando las olas del mar.

El capitán se alejó de ellas y fue a recoger unas pocas orquídeas y volvió con ellas.

-Será mejor que nos marchemos, ya no podemos hacer nada. Respondía con lágrimas en los ojos. Ahora tenemos que hacer lo que un día Víctor no acabó, ir a buscar la otra planta para llevársela al joven Uriel y poderlo salvar.

-No puedo marcharme, respondía tía Dorothy llorando. He visto morir a los tres. Anéri, Dafne y Víctor. ¡Jamás podré perdonarme que por mi culpa hoy están muertos!

-¿Por qué dices que Anéri murió por tu culpa? Respondía Emily.

-No puedo decirlo aún. No estoy preparada. Perdóname. Decía mientras sus lágrimas volaban en la brisa y corría hacia la playa.

Emily quiso despedirse nuevamente de mí y cogió unas hermosas flores y las tiró al mar, gritando “¡Víctor te quiero!” imitaba el grito que una vez yo grité en su momento.

En ese instante un cisne salió de la nada y comenzó a volar hacia el sol.

CONTINUARÁ.. En el segundo libro Luna azul. 

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