miércoles, 26 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 5º: EL BARCO

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CAPÍTULO 5: EL BARCO.

Tras lo ocurrido en la fiesta, intenté calmar a los invitados con unas nobles palabras.

-Perdonad lo ocurrido, Mery está bien, ha sido parte de la función mis queridos amigos.
No estaban del todo convencidos, pero conseguí que se marcharan. En el momento en el que cerré la puerta diciendo: -Gracias por venir-, Dafne me puso una mano el hombro derecho y me dijo tranquilo Víctor, vamos a preparar las cosas pues vamos a dar un largo paseo. Me giré, la miré a los ojos y comencé a llorar de la impotencia cayendo en sus brazos abrazándola.

-¿¡Por qué a mí!?, ¿¡Por qué mis amigos!? Gritaba mientras derramaba mis lágrimas sobre su hombro. Primero me arrebatan a mi madre, luego a mi profesora, más tarde cuando ya todo estaba bien, me arrebatan a mi mejor amigo Edgar, luego Tía Dorothy cuando pensaba que iba a estar siempre a mi lado, se marcha sin dar explicaciones y ahora me arrebatan a Mery ante mis ojos y yo aquí sin hacer nada.

La miré fijamente y le dije:- Deseo la muerte, deseo morir y que mi alma sea entregada a cada uno de mis amigos para que vuelvan, yo ya no estaré aquí para estar con ellos presente, pero en sus corazones vagaré en cada pálpito de su corazón y de su mente.

-No digas eso, sabes de sobra que ansías las ganas de poder abrazarles, de poder estar con ellos. Y ellos no podrían vivir sin tu presencia, pues tú eres su luz y sin ti se perderían en el camino. La obscuridad ronda por las calles cuan parca camina por la noche sedienta de sed por matar a alguien. Me decía con esa dulce sonrisa dibujada en su rostro. -Debemos apresurarnos, subamos y preparemos las cosas debemos partir hacia el mar.

-¿El mar? Le respondí. No recibí respuesta.

Subimos a preparar las maletas, comencé a meter, camisas y pantalones cómodos pues era una larga aventura la que nos esperaba. ¿El mar? No dejaba de preguntarme, ¿qué tendrá que ver el mar con la desaparición de Mery? ¿Habré hecho bien en confiar en Dafne? Miles de preguntas rondaban mi cabeza. Uriel no dejaba de mirarme mientras preparaba mi maleta.

-¿Qué piensas?, le dije.
  • Nada.. te ves hermoso. Me respondió con una mirada cálida.
Su voz me confundía, me hacía dudar, ¿Qué me pasa? Me preguntaba mentalmente.
Al acabar de preparar las cosas, mientras bajábamos, vimos luces de velas en el salón.
-¿Dafne eres tú? Pregunté.
-¡Sí! Bajad vamos a buscar respuestas de donde se encuentra Mery. Nos dijo.

Al bajar, nos encontramos el salón lleno de velas y en la mesa había un tapete negro con un tablero en madera de roble. En él, se encontraban escritos, ese tablero me recordaba al de una ouija.
-¿No estarás pensando en hacer una sesión de ouija no? Le dije con tono de asombro.
-Tranquilo Víctor, ella sabe lo que hace.. me susurraba Uriel al oído mientras me agarró de la cintura acercándome hacia la silla.

-Sentarse no os preocupéis está todo en orden. Nos decía con esa sonrisa que tanto me encantaba ver dibujada en su hermoso rostro.

Al sentarnos, nos agarramos de las manos. Mi Hidrópetra comenzó a brillar y a flotar en mitad del tablero.

-¿Qué le pasa a la Hidrópetra Uriel? ¿Por qué reacciona de ésta manera? Pregunté.
-Tranquilo, es la llave que necesitamos para ver donde se encuentra Mery. Dijo Dafne.

Uriel miró a los ojos a Dafne con desconfianza, él sabía algo que yo ignoraba, pero.. ¿el qué?. Ambos sacaron sus dos gemas parecidas a la mía. La Pirópetra y la Aerópetra.
-¿Qué son esas gemas? Pregunté.
-Son nuestras llaves, igual que la tuya. Somos parte de un todo Víctor. Me respondieron los dos a la vez.
La tormenta no amainaba, cada vez era más fuerte. La obscuridad la sentía en la habitación, tenía miedo pero me encontraba seguro pues estaba con ellos.

-Falta una gema, la geópetra sin ella nos va a ser difícil de poder ver todo con claridad. Dijo Uriel.
Dafne miró a Uriel con la misma cara con la que él le había mirado en su momento.
-¡Basta! Estoy cansado de tantas tonterías. Grité tirando el tablero al suelo. ¡Vayámonos a donde sea ya que aquí estamos perdiendo el tiempo!

Agarré las maletas y salí de la habitación en dirección hacia el coche. Dafne me agarró de la mano y la rechacé.
-Discúlpame Víctor, no fue mi intención. Sólo quería ayudarte, y era la única solución que podía ver. Me dijo con tono apagado.
Le levanté la cara para poderle ver sus ojos y sentí como una fuerza recorrer mi cuerpo al mirarla fijamente. -Tranquila, me es imposible enfadarme contigo pues tu belleza me lo impide. Le dije. En ese momento me miró y me volvió a sonreír.

Los tres subimos a mi coche y comenzamos el rumbo hacia la playa, yo llevaba puesta mi camisa malva que Mery me regaló para mi cumpleaños, junto con unos pantalones negros y un chaleco plata que me regaló Edgar. Uriel, vestido igual, pero con camisa blanca, pantalón marrón y Dafne, tan hermosa con su recogido y mechones sueltos, su corsé negro en una camisa grisácea con unas medias moradas y unas botas negras, iba hermosa, seductora, sensual pero con un toque de belleza angelical.

Hemos llegado al puerto, a lo lejos en la montaña podemos ver el faro, el viento comenzaba a amenazar a la marea, y ella muerta en rabia rompía sus olas en la montaña.
Dafne nos dijo de coger el barco que había cerca de las rocas.
El barco era enorme, me recordaba a los antiguos cuentos de piratas de mi infancia, fuimos al bar del puerto a preguntar de quién era aquel barco y un hombre mayor con cierta pinta de ebrio marinero nos respondió: ¡Mío! Puedo llevaros a donde deseéis por el módico precio del cuerpo de la chica.
En ese momento todos los allí presentes se empezaron a reír y a brindar con sus cervezas. La escena aterraba, nunca había estado en esos ambientes, los tres nos sentíamos devorados por sus miradas, en especial Dafne que su belleza hechizaba a todo aquel que la mirara a los ojos directamente. El viejo se levantó y nos dijo: -venga chicos tomad lo que queráis os invito me habéis caído bien, ¡Camarero unas birras para los nuevos tripulantes de la perla aqua!.
-¿lo dice enserio señor? ¿nos va a llevar en su barco? Pregunté emocionado.
-¡por supuesto pequeño calamar! Pero antes... ¡bebed, bebed cuanto queráis! y más la noche es larga y la tormenta no tiene pintas de cesar. Zarparemos en unas horas.

Los tres comenzamos a beber y el alcohol lo empezábamos a notar ya en la cabeza, -Necesito tomar un poco de aire fresco, le decía a Dafne mientras bailábamos entre risas y demás en aquel bar de viejos marinos.

Me cogió de la mano y me llevó hacia la playa, yo me descalcé y tumbé en la orilla del mar a contemplar aquella hermosa luna de plata que había en el mar.

Al poco rato me levanté y me fui hacia la roca que hay junto a la orilla y me senté, y a lo lejos puedo ver a Dafne mirar a la luna, las olas juegan con el viento haciendo romper su rabia en las rocas, su melena vuela alto con la brisa del mar, su piel blanca acompañada de la tormenta y los rayos de luna comienza a brillar sacando a la luz toda su esplendor. Es un momento mágico, en el cual hay fusión entre el mar, la tormenta, el viento y ella. Sus ojos parecían cambiar de verde esmeralda a grises como la luna que había en ese momento en el celeste azul. Dejé de mirarla y comencé a mirar a la luna, con los ojos enlagrimados empecé a llamar a Edgar, lo echaba de menos, ansiaba las ganas de poder estar con él, días y noches me he tirado en vela desde que ocurrió aquel terrible accidente. Tenía miedo de perderle, recordé una frase que me dijo: "Nunca te sientas solo pues mira al cielo y aquella luz que más brilla seré yo, desde lo más alto del firmamento mi luz te guiará y te arropará" así fue, miré al cielo y ahí se encontraba ella, tan grande y hermosa como siempre. - Edgar te quiero, y desearía poder volver verte junto a mí mi pequeño ángel de luz. Un día mi madre me llamó así ahora te lo llamo yo a ti, pues has pasado grandes momentos junto a mí y los extraño, tengo miedo de que no pueda volver a vivirlos. Sin ti nada es igual, se me hace difícil respirar si no estás conmigo, a mi lado.

Mery me pregunto dónde estarás, no podría perdonarme si te pasara algo, sé que he sido imbécil pues no he sabido valorarte, tenía miedo de perderte como amiga, sé que es injusto pues me has demostrado ser una gran mujer y durante años has estado ahí conmigo igual que Edgar, pero por eso mismo tengo miedo, de que algún día por alguna extraña razón lo nuestro terminase. Ahora, me siento culpable, impotente, reprimido, me odio a mí mismo. Estés donde estés juro ante ésta hermosa noche que te encontraré. En ese momento pude percibir un aroma fresco, era Dafne que se había acercado a mi lado.

-¿Qué bonita noche verdad? me dijo con esa sonrisa tan encantadora que tenía.

-Sí, lo es. Respondí.

-¿Con quién hablabas pequeño?.

- Con nadie, hablaba solo, preguntándome dónde estará mi querida amiga y con mi querido Edgar que el pobre está en coma en el hospital.

- Siento lo de tu amigo, seguro que pronto volverá, en ese momento me abrazó y me besó la mejilla. En cuanto a tu amiga Mery, te prometo que daremos con ella. Por mi culpa ella ha desaparecido, tal vez si no hubiera aparecido y no hubiese ido a la fiesta ella aún estaría contigo, pues fue aparecer yo y ella mosquearse, te quiere mucho, lo pude ver en sus ojos.

-Lo sé, yo también a ella pero...

-Tranquilo, no digas nada, me dijo abrazándome. Ves aquella luz del fondo, es la luna y ella es el ser más maravilloso que da vida a la noche pues ella nos dará la pista para encontrar lo que más queremos. Recuerda gracias a ella hoy estás tú aquí, y seguido de esas tiernas palabras me sonrió.

Dafne decidió meterse a nadar un poco. Comenzó a desnudarse lentamente mientras entraba en el agua, sus ropas las arrojó cerca de la orilla. Yo no dejaba de mirarla ese cuerpo era hermoso incluso desnudo. Su cuerpo iba poco a poco fundiéndose con el agua del mar, bajo esa inmensa luna de plata. -Es hermosa, esa belleza, ese brillo en sus ojos, ese cuerpo esculpido por los dioses me tiene hechizado. No puedo dejar de mirarla, deseo ser suyo y no puedo contenerme. Me decía en mi mente. No puedo dejar de ver como su cuerpo desprende rayos de luz, esa belleza me ciega, cuando estoy con ella todo el tiempo se detiene, me hace olvidarme de quien soy y de qué iba a hacer en ese momento. Me levanté y comencé a desnudarme poco a poco tirando la ropa junto a la de ella y comencé a caminar hacia el mar, acercándome hacia ella.

Uriel desde la terraza del bar nos veía, no le hacía mucha gracia el vernos a los dos nadando desnudos ante aquella luna, cogió su vaso de cerveza y la arrojó al suelo y a continuación se secó la boca con la manga de su camisa. Yo noté una presencia extraña en el agua, como si algo estuviera nadando a nuestros pies. Dejé de sentirla cuando la miré fijamente a los ojos. -No puedo dejar de mirarte Dafne eres hermosa. -Tranquilo Víctor sólo déjate llevar no tengas miedo.
-Tengo miedo, no estoy preparado para dar éste paso.
-Confía en mí, me dijo seguido de un cálido beso en el cuello.
Sus manos comenzaron a rozar mi pecho y mi espalda, agarrados de la mano nos tumbamos en la orilla y seguimos besándonos.

Me tumbé encima de ella, ella deslizó su pierna izquierda levantándola hacia atrás, tendiendo sus brazos hacia atrás de la cabeza, comencé a besarle desde el cuello hacia abajo, besando cada milímetro de ese cuerpo esculpido por los dioses. Ella se retorcía de placer al sentir mis besos rozando su piel. Me agarró fuertemente y se tiró encima mía, se sentó mirándome fijamente a los ojos y comenzó a besarme apasionadamente primero en los labios y poco a poco iban bajando, recorriendo todo mi cuello, mi pecho, mi barriga... mi corazón latía cada vez con más intensidad. Sus manos iban acariciando mi espalda, los dos estábamos en plena fusión de amor. Volvió a subir al cuello dando pequeños mordiscos que me ponían a mil, tantas veces soñé con éste momento que me sentía como si estuviera en un sueño. Sentía como si pudiera tocar el cielo con sus besos. Ella comenzó a deslizarse hacia arriba y hacia abajo rozando sus sensuales pechos con el mío. Empezamos a hacer el amor bajo aquella luna como dos jóvenes adolescentes. El sudor recorría nuestra piel acompañado de la brisa marina y las olas que rozaban nuestras piernas. Nos encontrábamos en pleno éxtasis. Sus gemidos eran cánticos angelicales, poco a poco la cosa fue a más y a más, dejamos de lado el romanticismo y comenzamos a hacerlo apasionadamente, ella me arañaba suavemente la espalda mientras me besaba intensamente. En ese momento yo no podía creerme lo que estaba viviendo, la volví a tumbar en la arena y comencé a besarle el pecho y acariciarlo suavemente, mi lengua empezó a recorrer todo su cuerpo hasta llegar a la zona pelvica. Yo la miraba a los ojos y ella no paraba de sudar y de pedir más. Continuamos haciéndolo hasta que de pronto una voz de extraña procedencia mencionaba mi nombre.

-¡Víctor despierta, ya ha amanecido!
En ese momento me di cuenta que todo había sido un sueño, aquella maravillosa noche había sido un sueño. La que me llamaba era la voz de aquel marinero ebrio del bar.
-Buenos días capitán, ¿Qué hora es?
-¡Buenos días calamar! Son las 10 de la mañana. Estamos yendo rumbo hacia las islas trígonas.
-¿Qué islas son esas mi capitán? Le respondí confuso.
-Unas antiguas islas que ya han dejado de aparecer en los mapas pues las conocen como las islas espejismo. Debido a que la subida de marea las hace desaparecer. Tu amiga me dijo que allí es donde desean llegar.
-Mm..De acuerdo. Me levanté y me volví a vestir, me encontraba en calzoncillos y sudando de la calor que hacía ahí dentro. -No dejo de pensar en ese sueño. Ha sido tan real, me decía a mí mismo.

Al terminar de vestirme, me salí afuera del camarote y ahí estaba ella mirando con un catalejo en la proa del barco. La imagen que tuve al verla me recordó a las antiguas piratas que surcaban los mares y los océanos. Su melena navegaba con el viento simulando las olas del mar. Me acerqué y le dije: -Buenos días, ¿Qué ocurrió anoche? ¿A qué hora comenzamos a zarpar?
-Buenos días Víctor, después de bailar estuvimos un rato en la playa y ahí te quedaste dormido en la orilla del mar, el Señor Mondragón te cogió en brazos y te llevó a tu camarote. ¡Parecías un angelito! Me dijo acompañado de su sensual sonrisa.

-Me duele todo el cuerpo y toda la cabeza, ésta noche tuve un sueño muy extraño. ¿Piensas que en esas islas espejismo se encuentra Mery?
  • Si no me equivoco ¡sí!.
  • De acuerdo.. le dije no muy convencido.
Me marché hacia la popa del barco y me tumbé a tomar el sol mientras me tomaba un poco de agua fresca. Uriel no dejaba de mirarme con cara de despecho. No quería preguntar, porque temía de que me fuera a saltar con alguna bordería de las suyas. Cerré los ojos y me dejé llevar por la brisa marina.

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