CAPÍTULO
5: EL BARCO.
Tras
lo ocurrido en la fiesta, intenté calmar a los invitados con unas
nobles palabras.
-Perdonad
lo ocurrido, Mery está bien, ha sido parte de la función mis
queridos amigos.
No
estaban del todo convencidos, pero conseguí que se marcharan. En el
momento en el que cerré la puerta diciendo: -Gracias por venir-,
Dafne me puso una mano el hombro derecho y me dijo tranquilo Víctor,
vamos a preparar las cosas pues vamos a dar un largo paseo. Me giré,
la miré a los ojos y comencé a llorar de la impotencia cayendo en
sus brazos abrazándola.
-¿¡Por qué a mí!?, ¿¡Por qué mis amigos!? Gritaba mientras derramaba mis lágrimas sobre su hombro. Primero me arrebatan a mi madre, luego a mi profesora, más tarde cuando ya todo estaba bien, me arrebatan a mi mejor amigo Edgar, luego Tía Dorothy cuando pensaba que iba a estar siempre a mi lado, se marcha sin dar explicaciones y ahora me arrebatan a Mery ante mis ojos y yo aquí sin hacer nada.
La
miré fijamente y le dije:- Deseo la muerte, deseo morir y que mi
alma sea entregada a cada uno de mis amigos para que vuelvan, yo ya
no estaré aquí para estar con ellos presente, pero en sus corazones
vagaré en cada pálpito de su corazón y de su mente.
-No
digas eso, sabes de sobra que ansías las ganas de poder abrazarles,
de poder estar con ellos. Y ellos no podrían vivir sin tu presencia,
pues tú eres su luz y sin ti se perderían en el camino. La
obscuridad ronda por las calles cuan parca camina por la noche
sedienta de sed por matar a alguien. Me decía con esa dulce sonrisa
dibujada en su rostro. -Debemos apresurarnos, subamos y preparemos
las cosas debemos partir hacia el mar.
-¿El
mar? Le respondí. No recibí respuesta.
Subimos
a preparar las maletas, comencé a meter, camisas y pantalones
cómodos pues era una larga aventura la que nos esperaba. ¿El mar?
No dejaba de preguntarme, ¿qué tendrá que ver el mar con la
desaparición de Mery? ¿Habré hecho bien en confiar en Dafne? Miles
de preguntas rondaban mi cabeza. Uriel no dejaba de mirarme mientras
preparaba mi maleta.
-¿Qué
piensas?, le dije.
- Nada.. te ves hermoso. Me respondió con una mirada cálida.
Su
voz me confundía, me hacía dudar, ¿Qué me pasa? Me preguntaba
mentalmente.
Al
acabar de preparar las cosas, mientras bajábamos, vimos luces de
velas en el salón.
-¿Dafne
eres tú? Pregunté.
-¡Sí!
Bajad vamos a buscar respuestas de donde se encuentra Mery. Nos dijo.
Al
bajar, nos encontramos el salón lleno de velas y en la mesa había
un tapete negro con un tablero en madera de roble. En él, se
encontraban escritos, ese tablero me recordaba al de una ouija.
-¿No
estarás pensando en hacer una sesión de ouija no? Le dije con tono
de asombro.
-Tranquilo
Víctor, ella sabe lo que hace.. me susurraba Uriel al oído mientras
me agarró de la cintura acercándome hacia la silla.
-Sentarse
no os preocupéis está todo en orden. Nos decía con esa sonrisa que
tanto me encantaba ver dibujada en su hermoso rostro.
Al
sentarnos, nos agarramos de las manos. Mi Hidrópetra comenzó a
brillar y a flotar en mitad del tablero.
-¿Qué
le pasa a la Hidrópetra Uriel? ¿Por qué reacciona de ésta manera?
Pregunté.
-Tranquilo,
es la llave que necesitamos para ver donde se encuentra Mery. Dijo
Dafne.
Uriel
miró a los ojos a Dafne con desconfianza, él sabía algo que yo
ignoraba, pero.. ¿el qué?. Ambos sacaron sus dos gemas parecidas a
la mía. La Pirópetra y la Aerópetra.
-¿Qué
son esas gemas? Pregunté.
-Son
nuestras llaves, igual que la tuya. Somos parte de un todo Víctor.
Me respondieron los dos a la vez.
La
tormenta no amainaba, cada vez era más fuerte. La obscuridad la
sentía en la habitación, tenía miedo pero me encontraba seguro
pues estaba con ellos.
-Falta
una gema, la geópetra sin ella nos va a ser difícil de poder ver
todo con claridad. Dijo Uriel.
Dafne
miró a Uriel con la misma cara con la que él le había mirado en su
momento.
-¡Basta!
Estoy cansado de tantas tonterías. Grité tirando el tablero al
suelo. ¡Vayámonos a donde sea ya que aquí estamos perdiendo el
tiempo!
Agarré
las maletas y salí de la habitación en dirección hacia el coche.
Dafne me agarró de la mano y la rechacé.
-Discúlpame
Víctor, no fue mi intención. Sólo quería ayudarte, y era la única
solución que podía ver. Me dijo con tono apagado.
Le
levanté la cara para poderle ver sus ojos y sentí como una fuerza
recorrer mi cuerpo al mirarla fijamente. -Tranquila, me es imposible
enfadarme contigo pues tu belleza me lo impide. Le dije. En ese
momento me miró y me volvió a sonreír.
Los
tres subimos a mi coche y comenzamos el rumbo hacia la playa, yo
llevaba puesta mi camisa malva que Mery me regaló para mi
cumpleaños, junto con unos pantalones negros y un chaleco plata que
me regaló Edgar. Uriel, vestido igual, pero con camisa blanca,
pantalón marrón y Dafne, tan hermosa con su recogido y mechones
sueltos, su corsé negro en una camisa grisácea con unas medias
moradas y unas botas negras, iba hermosa, seductora, sensual pero con
un toque de belleza angelical.
Hemos
llegado al puerto, a lo lejos en la montaña podemos ver el faro, el
viento comenzaba a amenazar a la marea, y ella muerta en rabia rompía
sus olas en la montaña.
Dafne
nos dijo de coger el barco que había cerca de las rocas.
El
barco era enorme, me recordaba a los antiguos cuentos de piratas de
mi infancia, fuimos al bar del puerto a preguntar de quién era aquel
barco y un hombre mayor con cierta pinta de ebrio marinero nos
respondió: ¡Mío! Puedo llevaros a donde deseéis por el módico
precio del cuerpo de la chica.
En
ese momento todos los allí presentes se empezaron a reír y a
brindar con sus cervezas. La escena aterraba, nunca había estado en
esos ambientes, los tres nos sentíamos devorados por sus miradas, en
especial Dafne que su belleza hechizaba a todo aquel que la mirara a
los ojos directamente. El viejo se levantó y nos dijo: -venga chicos
tomad lo que queráis os invito me habéis caído bien, ¡Camarero
unas birras para los nuevos tripulantes de la perla aqua!.
-¿lo
dice enserio señor? ¿nos va a llevar en su barco? Pregunté
emocionado.
-¡por
supuesto pequeño calamar! Pero antes... ¡bebed, bebed cuanto
queráis! y más la noche es larga y la tormenta no tiene pintas de
cesar. Zarparemos en unas horas.
Los
tres comenzamos a beber y el alcohol lo empezábamos a notar ya en la
cabeza, -Necesito tomar un poco de aire fresco, le decía a Dafne
mientras bailábamos entre risas y demás en aquel bar de viejos
marinos.
Me
cogió de la mano y me llevó hacia la playa, yo me descalcé y tumbé
en la orilla del mar a contemplar aquella hermosa luna de plata que
había en el mar.
Al
poco rato me levanté y me fui hacia la roca que hay junto a la
orilla y me senté, y a lo lejos puedo ver a Dafne mirar a la luna,
las olas juegan con el viento haciendo romper su rabia en las rocas,
su melena vuela alto con la brisa del mar, su piel blanca acompañada
de la tormenta y los rayos de luna comienza a brillar sacando a la
luz toda su esplendor. Es un momento mágico, en el cual hay fusión
entre el mar, la tormenta, el viento y ella. Sus ojos parecían
cambiar de verde esmeralda a grises como la luna que había en ese
momento en el celeste azul. Dejé de mirarla y comencé a mirar a la
luna, con los ojos enlagrimados empecé a llamar a Edgar, lo echaba
de menos, ansiaba las ganas de poder estar con él, días y noches me
he tirado en vela desde que ocurrió aquel terrible accidente. Tenía
miedo de perderle, recordé una frase que me dijo: "Nunca te
sientas solo pues mira al cielo y aquella luz que más brilla seré
yo, desde lo más alto del firmamento mi luz te guiará y te
arropará" así fue, miré al cielo y ahí se encontraba ella,
tan grande y hermosa como siempre. - Edgar te quiero, y desearía
poder volver verte junto a mí mi pequeño ángel de luz. Un día mi
madre me llamó así ahora te lo llamo yo a ti, pues has pasado
grandes momentos junto a mí y los extraño, tengo miedo de que no
pueda volver a vivirlos. Sin ti nada es igual, se me hace difícil
respirar si no estás conmigo, a mi lado.
Mery
me pregunto dónde estarás, no podría perdonarme si te pasara algo,
sé que he sido imbécil pues no he sabido valorarte, tenía miedo de
perderte como amiga, sé que es injusto pues me has demostrado ser
una gran mujer y durante años has estado ahí conmigo igual que
Edgar, pero por eso mismo tengo miedo, de que algún día por alguna
extraña razón lo nuestro terminase. Ahora, me siento culpable,
impotente, reprimido, me odio a mí mismo. Estés donde estés juro
ante ésta hermosa noche que te encontraré. En ese momento pude
percibir un aroma fresco, era Dafne que se había acercado a mi lado.
-¿Qué
bonita noche verdad? me dijo con esa sonrisa tan encantadora que
tenía.
-Sí,
lo es. Respondí.
-¿Con
quién hablabas pequeño?.
-
Con nadie, hablaba solo, preguntándome dónde estará mi querida
amiga y con mi querido Edgar que el pobre está en coma en el
hospital.
-
Siento lo de tu amigo, seguro que pronto volverá, en ese momento me
abrazó y me besó la mejilla. En cuanto a tu amiga Mery, te prometo
que daremos con ella. Por mi culpa ella ha desaparecido, tal vez si
no hubiera aparecido y no hubiese ido a la fiesta ella aún estaría
contigo, pues fue aparecer yo y ella mosquearse, te quiere mucho, lo
pude ver en sus ojos.
-Lo
sé, yo también a ella pero...
-Tranquilo,
no digas nada, me dijo abrazándome. Ves aquella luz del fondo, es la
luna y ella es el ser más maravilloso que da vida a la noche pues
ella nos dará la pista para encontrar lo que más queremos. Recuerda
gracias a ella hoy estás tú aquí, y seguido de esas tiernas
palabras me sonrió.
Dafne
decidió meterse a nadar un poco. Comenzó a desnudarse lentamente
mientras entraba en el agua, sus ropas las arrojó cerca de la
orilla. Yo no dejaba de mirarla ese cuerpo era hermoso incluso
desnudo. Su cuerpo iba poco a poco fundiéndose con el agua del mar,
bajo esa inmensa luna de plata. -Es hermosa, esa belleza, ese brillo
en sus ojos, ese cuerpo esculpido por los dioses me tiene hechizado.
No puedo dejar de mirarla, deseo ser suyo y no puedo contenerme. Me
decía en mi mente. No puedo dejar de ver como su cuerpo desprende
rayos de luz, esa belleza me ciega, cuando estoy con ella todo el
tiempo se detiene, me hace olvidarme de quien soy y de qué iba a
hacer en ese momento. Me levanté y comencé a desnudarme poco a poco
tirando la ropa junto a la de ella y comencé a caminar hacia el mar,
acercándome hacia ella.
Uriel desde la terraza del bar nos veía, no le hacía mucha gracia el vernos a los dos nadando desnudos ante aquella luna, cogió su vaso de cerveza y la arrojó al suelo y a continuación se secó la boca con la manga de su camisa. Yo noté una presencia extraña en el agua, como si algo estuviera nadando a nuestros pies. Dejé de sentirla cuando la miré fijamente a los ojos. -No puedo dejar de mirarte Dafne eres hermosa. -Tranquilo Víctor sólo déjate llevar no tengas miedo.
-Tengo
miedo, no estoy preparado para dar éste paso.
-Confía
en mí, me dijo seguido de un cálido beso en el cuello.
Sus
manos comenzaron a rozar mi pecho y mi espalda, agarrados de la mano
nos tumbamos en la orilla y seguimos besándonos.
Me
tumbé encima de ella, ella deslizó su pierna izquierda levantándola
hacia atrás, tendiendo sus brazos hacia atrás de la cabeza, comencé
a besarle desde el cuello hacia abajo, besando cada milímetro de ese
cuerpo esculpido por los dioses. Ella se retorcía de placer al
sentir mis besos rozando su piel. Me agarró fuertemente y se tiró
encima mía, se sentó mirándome fijamente a los ojos y comenzó a
besarme apasionadamente primero en los labios y poco a poco iban
bajando, recorriendo todo mi cuello, mi pecho, mi barriga... mi
corazón latía cada vez con más intensidad. Sus manos iban
acariciando mi espalda, los dos estábamos en plena fusión de amor.
Volvió a subir al cuello dando pequeños mordiscos que me ponían a
mil, tantas veces soñé con éste momento que me sentía como si
estuviera en un sueño. Sentía como si pudiera tocar el cielo con
sus besos. Ella comenzó a deslizarse hacia arriba y hacia abajo
rozando sus sensuales pechos con el mío. Empezamos a hacer el amor
bajo aquella luna como dos jóvenes adolescentes. El sudor recorría
nuestra piel acompañado de la brisa marina y las olas que rozaban
nuestras piernas. Nos encontrábamos en pleno éxtasis. Sus gemidos
eran cánticos angelicales, poco a poco la cosa fue a más y a más,
dejamos de lado el romanticismo y comenzamos a hacerlo
apasionadamente, ella me arañaba suavemente la espalda mientras me
besaba intensamente. En ese momento yo no podía creerme lo que
estaba viviendo, la volví a tumbar en la arena y comencé a besarle
el pecho y acariciarlo suavemente, mi lengua empezó a recorrer todo
su cuerpo hasta llegar a la zona pelvica. Yo la miraba a los ojos y
ella no paraba de sudar y de pedir más. Continuamos haciéndolo
hasta que de pronto una voz de extraña procedencia mencionaba mi
nombre.
-¡Víctor
despierta, ya ha amanecido!
En
ese momento me di cuenta que todo había sido un sueño, aquella
maravillosa noche había sido un sueño. La que me llamaba era la voz
de aquel marinero ebrio del bar.
-Buenos
días capitán, ¿Qué hora es?
-¡Buenos
días calamar! Son las 10 de la mañana. Estamos yendo rumbo hacia
las islas trígonas.
-¿Qué
islas son esas mi capitán? Le respondí confuso.
-Unas
antiguas islas que ya han dejado de aparecer en los mapas pues las
conocen como las islas espejismo. Debido a que la subida de marea las
hace desaparecer. Tu amiga me dijo que allí es donde desean llegar.
-Mm..De
acuerdo. Me levanté y me volví a vestir, me encontraba en
calzoncillos y sudando de la calor que hacía ahí dentro. -No dejo
de pensar en ese sueño. Ha sido tan real, me decía a mí mismo.
Al
terminar de vestirme, me salí afuera del camarote y ahí estaba ella
mirando con un catalejo en la proa del barco. La imagen que tuve al
verla me recordó a las antiguas piratas que surcaban los mares y los
océanos. Su melena navegaba con el viento simulando las olas del
mar. Me acerqué y le dije: -Buenos días, ¿Qué ocurrió anoche?
¿A qué hora comenzamos a zarpar?
-Buenos
días Víctor, después de bailar estuvimos un rato en la playa y ahí
te quedaste dormido en la orilla del mar, el Señor Mondragón te
cogió en brazos y te llevó a tu camarote. ¡Parecías un angelito!
Me dijo acompañado de su sensual sonrisa.
-Me
duele todo el cuerpo y toda la cabeza, ésta noche tuve un sueño muy
extraño. ¿Piensas que en esas islas espejismo se encuentra Mery?
- Si no me equivoco ¡sí!.
- De acuerdo.. le dije no muy convencido.
Me
marché hacia la popa del barco y me tumbé a tomar el sol mientras
me tomaba un poco de agua fresca. Uriel no dejaba de mirarme con cara
de despecho. No quería preguntar, porque temía de que me fuera a
saltar con alguna bordería de las suyas. Cerré los ojos y me dejé
llevar por la brisa marina.
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