lunes, 29 de abril de 2013

CAPÍTULO 28: NACIMIENTO DE UN NUEVO REY.

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CAPÍTULO 28: NACIMIENTO DE UN NUEVO REY.

La habitación se encontraba iluminada, los rayos del sol se filtraban por la ventana y el aire jugaba con las cortinas recorriendo toda la habitación. Cientos de muñecas de porcelana, monos vestidos de músicos, payasos de porcelana se movían tocando sus pequeños instrumentos musicales. Entre risas y habladurías se llenaba de vida la habitación.

-Señortita Rimurs su hija no se está tomando las clases en serio. Creo que va a ser expulsada del centro. Decía la joven Sweet sirviendo con la tetera de porcelana un poco de té en la taza de la señorita Rimurs.

-Pues señorita Sweet su hijo no para de amenazar a sus compañeros con sus afiladas garras. ¿Qué clase de educación es la que le está impartiendo?

-Por favor, todo el mundo sabe que mi hijo es un lobito bueno, no hace daño a nadie. Decía mientras pegaba varios sorbos a la taza.

-¿Mi hija no se toma las clases de brujería enserio? Ha aprendido mucho en éstos días, creo que es ya una gran maestra en las artes obscuras.

-Pero..¿Qué está usted diciendo? Si usa la magia para matar a la gente. Entre ellas a su propia madre, es decir usted. ¿Si no por qué cree que tiene esas cicatrices?

-Disculpe señorita Rimurs, pero éstas son simples cicatrices de trabajo. Mi hija jamás intentaría hacer daño a una mosca. ¿Qué dice usted respecto a la muerte de la joven que su hijo desgarró aquella noche de luna llena?

-Esa zorra merecía morir, jamás debió hacer lo que hizo. El pobre señor ahora está hundido al cargo de dos serpientes.

Las dos señoritas miraron a la puerta se pusieron en pie y dejaron caer la taza de té al suelo, rompiéndose ésta en mil pedazos. Comenzaron a andar hacia la puerta y allí estaba la señora esperándolas con los brazos abiertos.

-¡NO! Grité desesperadamente. ¿Qué ha pasado? Me dije asustado.

Me encontraba desnudo en la cama y sudando, las sábanas se me habían liado por el cuerpo impidiendo que me moviera. ¿Qué clase de sueño ha sido éste? ¿Por qué mis hijas hablaban de éstas formas? ¿Qué hacían con esa mujer? ¿Por qué la habitación de mis hijas estaba de esos colores tan claros y decorada con esas muñecas de porcelana?

Tengo miedo, no puedo dejar de pensar, hasta en sueños no puedo dejar de pensar. Mis propias hijas recordándome lo que han hecho. Se han autollamado serpientes, ¿Víctor qué te ocurre? Voy a acabar loco.

Me quité las mantas y caminé desnudo hacia la puerta, cogí la bata del perchero me la até y salí descalzo hacia la habitación de mis pequeñas. Abrí la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido y ahí estaban las dos, tranquilas y relajadas en sus camitas. Parecían ángeles durmiendo. Salí de la habitación, cerré la puerta y me acerqué a la ventana, estaba lloviendo. Pude sentir como si alguien estuviera al lado mío observando junto a mí en la ventana. Pero me giré y no había nadie, las gotas de lluvia chocaban con la ventana e iban descendiendo hasta formar pequeños ríos que caían al patio en forma de gotera.

-¡Aaa! ¡Mmm! ¡Aaa!

¿Qué es ese gemido? ¿de dónde proviene ese obsceno ruido?

Me acerqué a la habitación de Emily y Tía Dorothy y coloqué la oreja en la puerta. De aquí no proviene ese gemido. Miré al suelo y vi una luz filtrarse por debajo de la puerta de la habitación de Uriel, ésta se encontraba entornada, miré a través de ella y se veía una sombra moverse. Abrí un poco más la puerta y vi a Uriel desnudo en una silla, su pierna derecha estaba en el posabrazos. Su pierna izquierda estirada en el suelo, su cabeza retrepada hacia atrás, su mano izquierda rozaba su pecho húmedo por el sudor y acariciando su pezón, su mano derecha se deslizaba por su enorme miembro. No era posible lo que mis ojos veían. ¡Uriel se estaba masturbando y gimiendo a voces!

Quise cerrar la puerta despacio para que no se diera cuenta, pero ésta hizo ruido. Se levantó corriendo y vino a la puerta. Yo intenté esconderme pero fue tarde, la puerta se había abierto y podía ver en el suelo la sombra de su cuerpo delante de mí. Me giré nervioso y tembloroso y lo miré.

-No estaba mirando. Le dije ruborizado.

-Tranquilo, no estaba haciendo nada. Estaba afilando mi puñal.

Una señora mayor apareció detrás de él y le atravesó el pecho con sus manos. Volví a despertar nervioso y sudoroso. ¿Qué me está pasando? ¿Qué quiere esa mujer? ¿Por qué me tortura de éstas formas?¿Por qué tengo éstos sueños tan extraños? Me levanté y todo estaba en completo silencio, todo estaba obscuro. Encendí una vela y bajé a la cocina para beber un poco de agua. Abrí el frigorífico y saqué la botella, abrí el mueble de los vasos y cogí uno. Me eché un poco de agua y volví a meter la botella en el frigorífico. Tras acabar de beber agua puse el vaso en el lavavajillas y me subí a mi dormitorio. Encendí una vela que había en mi escritorio y abrí mi diario. Comencé a pasar páginas para echarle un rápido vistazo. Extraño a Edgar, ya no tengo a quien me lea éste libro. Será mejor que empiece a hacerlo yo por mí mismo para terminar de recordar quien soy.

-¿Cómo te llamas pequeño? Decía una voz masculina tras la cortina.

-Me llamo Edgar, señor. ¿Dónde estoy? ¿Es el cielo? ¿He muerto?

-Encantado Edgar, no estás muerto, no es el cielo y estás en mi nave. Caíste en ella como un ángel caído del cielo. Veo mucho bien en ti, eres la viva imagen de un ángel. Debes comer algo, te encuentras muy débil y es mejor que recuperes fuerzas.

El ser se dejó ver y le dejó la comida en lo alto de una mesita. Edgar lo miró a los ojos y eran verdosos, penetrantes, mágicos. Su cabello platino caía sobre sus hombros, aquel hombre era verdaderamente hermoso. Llevaba una vestimenta ligera y parecía ser muy cómoda. Las telas de su ropa casi parecían transparentar todo lo que se ocultaba bajo esas vestimentas. Su pecho estaba semidesnudo, el cuerpo estaba bien dotado y ejercitado. Sus piernas también estaban semidesnudas, un taparabos tapaba su miembro, pero dejaba al descubierto su hermoso culito respingón y bien redondeado. Era el culo perfecto, jamás vi algo igual. Sus labios no dejaban de producir hermosos cánticos entre sus palabras. Eran hechizantes y magnéticas sus palabras. Edgar quedaba embobado ante aquel extraño ser. Segundos después otro joven entró a la habitación con unos útiles para un baño. Éste joven tenía el cabello cortito y color moreno, sus ojos azules su piel más morena sus ojos eran profundos parecía como si estuvieran maquillados pero era debido a la obscuridad de sus pestañas y su larga longitud. Sus labios eran carnosos y su boca era grande. Éste venía vestido con la misma ropa pero colocada de diferente forma que el anterior. El pecho fibrado lo tenía completamente descubierto, en su cintura se ataba con un cinturón dorado la tela que se dejaba caer a mitad de pierna y quedaba descubierta por el lateral de ambas piernas.

-Vengo a bañar al joven.

Edgar no sabía para donde mirar, estaba completamente hechizado por las bellezas de aquellos seres. El joven le ayudó a levantarse y éste dejó caer las sábanas al suelo. Quedó completamente desnudo ante los dos seres extraños y comenzó a caminar hacia la bañera. Entró en el cuarto de baño y quedó enamorado del lugar. Una habitación dorada con motivos platino, y pequeños cipreses en las esquinas. Un pequeño estanque lleno de agua cristalina y nenúfares flotando en ella traía consigo a la imaginación de un pequeño paraíso. Pavos reales caminaban elegantes por la habitación. No estaban ellos solos, había más hombres desnudos bañándose ahí. Era el paraíso de los hombres, todos se quedaron mirando a Edgar.

-Entra al agua voy a empezar a lavarle.

-¿A mí? ¿No puedo bañarme yo solo?

-¿No prefiere que sea yo el que lo haga? Decía aquel joven y apuesto ser.

-Bueno.. si insiste.

El joven se quitó su vestimenta y entró en el agua, una vez dentro le tendió la mano a Edgar para que pasara dentro. El agua estaba muy caliente, tardó poco en provocar el sudor en el cuerpo de Edgar. Pero no le importó la temperatura, se dejó llevar por el momento. La esponja comenzó a deslizarse por el cuerpo de Edgar como un baile de zigzag . Las manos de aquel ser descendían por el pecho de Edgar hacia el obligo y la entrepierna. No pudo evitar controlarse y comenzó a producirse una erección. Al ser parece que no le importó, cogió entre sus manos al miembro de Edgar y comenzó a frotarlo con la esponja. Acariciaba y masajeaba suave y delicadamente el miembro. Continuó por las piernas y más tarde por los pies. Otro ser vino por detrás y comenzó a lavarle la cabeza, enjabonó y comenzó a frotar y masajear friccionando suavemente por los contornos del rostro y más tarde por el frontal, temporal, parietal, occipital y acabando en la nuca. Edgar se sentía en el paraíso, no dejaba de soñar. Otro joven comenzó a darle fruta, de una bandeja que traía. En ella había plátano, uva, ciruela, arándanos, fresas, cerezas... Tras acabar el baño Edgar salió y se acomodó en una tumbona. Los jóvenes empezaron a hacerle tratamientos en su cuerpo y a maquillarlo como a ellos. Unos se dedicaban a hacerle la pedicura, otros la manicura, otros a ponerle cremas por el cuerpo. Y otro a alimentarlo con las frutas. Una joven entró en el cuarto de baño y se puso delante de Edgar. Era rubia su cuerpo estaba semidesnudo su cabello platino le tapaba el pecho y una vestimenta le tapaba la entrepierna acabando por detrás en una hermosa cola bordada en seda.

-Disculpe señor. Vengo a ofrecerle mi servicio.

-¿Qué clase de servicio joven?

-Limpieza y pureza del alma. He visto que tienes un gran don y quiero arrebatárselo.

-¿Qué está queriendo decir? Decía asustado.

-No es nada malo. Sólo vi que tiene el poder de la licantropía. Y he visto en su mirada que tiene un trauma y está aterrado. Sólo quiero eliminarle ese mal que está desarrollando en su interior.

-De acuerdo, si es así. Adelante.

La joven sacó de un cofre dorado un frasco con un líquido color azul eléctrico. Abrió el tapón y lo vertió sobre su cuerpo. Desde la cabeza hasta los pies. Éste líquido comenzó a hacer su efecto una gran sombra negra salió disparada del cuerpo gritando. Era la viva obscuridad que salía por fin del corazón de Edgar. Éste cerró los ojos y al volverlos abrir se encontró desnudo en la orilla del lago de cristal.

-¿Qué hago aquí? Decía sorprendido.

Miró al cielo y vio una luz perderse entre las nubes.

-Ya se han marchado, ha sido todo tan... extraño. Pero creo que ha merecido la pena.

Se levantó y un copo de nieve cayó en su hombro. Éste comenzó a derretirse, por la calor que desprendía su cuerpo.

-¿Qué es ésto? ¿Nieve en pleno agosto?

La nieve comenzó a caer del cielo cada vez más rápido. Con forme caía iba cuajando en el suelo, el lago comenzó a congelarse y las flores a petrificarse.

-¿Qué está ocurriendo? Será mejor que me marche de aquí. No puedo estar en la calle con ésta temperatura tan fría y menos desnudo.

Salió corriendo y la calle estaba desierta, un viento gélido comenzó a correr. Los árboles se movían de un lado hacia el otro bruscamente. La nieve caía con mucha fuerza impidiendo a Edgar caminar. Había cuajado mucho y todo estaba cubierto de nieve, 20 cm de nieve cubrían las aceras y las carreteras.

Edgar pasó cerca de la mansión y no pudo evitar entrar en el jardín. Cayó al suelo y la alarma del coche saltó.

-¿Qué ha sido eso?

Salí de mi habitación y bajé corriendo hacia la puerta. Se me hace raro poder hacer ésto. Hace apenas unos días atrás me era imposible caminar. Me he recuperado bastante rápido y tengo una gran mejoría. Tengo que darle las gracias a todos por su apoyo y dedicación. Pero echo en falta al que de verdad estaba ahí y ahora no está.

Abrí la puerta de la entrada y vi a alguien tirado cerca del coche. Se encontraba completamente desnudo. Una gran ventisca me echaba hacia atrás, la nieve intentaba entrar en la casa.

-¿Qué es ésta nieve? ¿Desde cuándo nieva en pleno agosto?

Bajé las escaleras y corrí a ver quien era el que estaba tirado en el suelo.
El destino es muy gracioso y juguetón, le gusta poner a prueba a la gente y sin lugar a duda le gusta jugar con las personas. ¿Casualidad o destino? No lo sé, pero ésta nueva jugada del destino, no ha sido muy buena. Ahí estaba él, el hombre que un día eché a la calle, por el miedo que sentí al verle en su forma original hoy está aquí tirado en mi puerta. Y me siento incapaz de moverme y reaccionar.

Lo cogí en brazos y lo metí dentro de casa, le coloqué una manta color roja y lo cubrí aportándole calor. Encendí la chimenea, y fui a la cocina para preparar un poco de leche calentita. Edgar no dejaba de temblar, la fiebre parecía subirle. Le di una pastilla para bajarle la fiebre y le di la leche caliente para que se la tomara. Como vi que no dejaba de temblar, decidí frotar mis manos por la manta para aportarle más calor. Pero no hacía efecto; eché más leña al fuego y no parecía hacerle efecto. Tengo miedo, no puedo dejar que se muera. ¿Por qué me haces ésto destino? ¿Por qué ahora? Lo miré y no dudé en hacerlo. Me quité la bata u quedé completamente desnudo y me metí con él en la manta, quise pasarle mi calor corporal para que calentase su gélido cuerpo. Podía sentir como su cuerpo iba poco a poco entrando en calor, y sus temblores iban cesando.

-Gracias Víctor. Gracias por salvarme. A pesar del daño que provoqué y del miedo que te creé has sabido actuar como debías. Me decía mientras dejaba caer su cabeza en mi hombro.

¿Le he salvado la vida? He salvado la vida al enemigo. No puedo creer que haya sido capaz de hacerlo. Lo cogí en brazos y lo llevé hacia su habitación, lo metí en la cama y lo besé en la frente. Cerré la puerta y me marché a mi dormitorio a continuar lo que hacía.

Querido diario, acaba de regresar Edgar a casa. Poco a poco vuelve todo a la normalidad. Pero tengo miedo, aún me escama algo. ¿Por qué nieva en Agosto? ¿Será por los seres de la otra vez? No sé qué pensar ya. Todo me da vueltas, tengo tantas dudas y tantos miedos. Que aún no sé qué haré con todo.

Pasadas unas horas, me puse delante del espejo y me vi echo un monstruo. Mi cuerpo estaba deforme, sentí como si mi cuerpo hubiera engordado varios kg. Se me había quitado el apetito por todo.

-Víctor el desayuno está servido. Decía Uriel en la entrada de la puerta.

-No tengo hambre. Le dije mientras me miraba en el espejo.

Entró a la habitación y me vio frente al espejo desnudo.

-¿Qué haces?

-¡Vete! ¡No me mires!

-Víctor, ¡cálmate! Ya te he visto desnudo. No voy a asustarme. ¿Por qué te tocas de esa forma y te miras con ese desprecio?

-¡Soy un monstruo! Le dije mientras lo echaba de la habitación.

Comencé a llorar y me marché al cuarto de baño, me puse de rodillas y me metí los dedos para vomitar.

-¡Víctor, deja de hacer eso! Decía Uriel mientras me sacaba los dedos de la boca.

-¡Déjame! Quiero acabar con todo. Soy un monstruo, no puedo seguir así.

-¡No eres un monstruo! ¿Por qué te ha dado ahora por hacer ésto?

-Me veo gordo, deforme, anormal. Todo se me viene encima. Todo me supera, no puedo con ésta ansiedad que me consume por dentro.

-Víctor, no eres gordo, ni deforme, ni anormal. Te prometo que voy a ayudarte a superar todo ésto. Pero debes de tener paciencia.

-¿Paciencia? Mucha paciencia es la que tengo. Las pesadillas me están comiendo por dentro. Los monstruos de la obscuridad me observan, no sé distinguir qué es real.

-¿Qué estás diciendo?

-Anoche soñé contigo, parecía real.

-¿Qué soñaste?

No sé qué decirle, me da vergüenza tener que decirle lo que vi.

-No era nada importante... le dije apartándole la mirada de los ojos.

-Si no es importante.. no te pongas así.

-¡Sí me pongo!

-Víctor, confía en mí. ¿Qué pasó?

-Ésto... tú... Uriel. No puedo.

Me quité los brazos de Uriel que me abrazaban por detrás y lo dejé sentado en el suelo. Me levanté y me lavé la cara. Él desde el suelo me miraba, me encontraba desnudo, sudado y con vómito en las manos.

-Víctor, lávate. Y deja de pensar. Es lo mejor.

Me metí en la bañera y me comencé a echar agua por todo el cuerpo. Me enjaboné mientras Uriel limpiaba un poco el suelo y el váter. No dejaba de mirarme, y yo me ponía nervioso con su mirada.

-Uriel, soñé que te estabas masturbando. Tú saliste de la habitación y la señora mayor te clavó su mano por detrás y te mató.

-¡Qué estás diciendo! Decía asustado.
Su cara cambió por completo, parecía haber visto un fantasma.

-¿Qué te pasa Uriel? Fue sólo un sueño.

-Ha sido un sueño, sí, pero... decía con la cabeza baja.

-¿Pero? ¿Qué pasa Uriel?

-Dejemos ese tema. No es momento aún de hablarlo.

Salí de la bañera mojado y me acerqué a él. Le alcé la cara y lo miré fijamente a los ojos.
Sus manos se colocaron en mi cintura intentando apartarme de él y agachando la mirada se echó para atrás saliendo de la habitación.

-¿Cuándo es el momento Uriel? Me estoy cansando de esperar. Sólo me dices que paciencia. ¡Uriel Vuelve!

Me dejó con la palabra en la boca, el sol seguía sin salir. Todo me vuelve loco, no sé en qué día estoy. No sé cuando amanece ni cuando atardece. Me coloqué unos bóxer  los calcetines. Me eché perfume y me coloqué mi chándal para hacer ejercicio. Me quedaba muy bien el chándal  La verdad es que así caídos me marcan muy buenas curvas. Pero no quita que éstas curvas quiera quitarlas.

Soy demasiado bipolar, no sé ni lo que quiero. Bajé abajo y mis hijas estaban desayunando con Uriel.

-Buenos días Víctor. ¿Qué hace la chimenea encendida?

-La encendí anoche, hacía mucho frío. La nieve ha cubierto todo. Le dije a Dorothy.

-Es cierto, nieve en agosto. ¿Quién lo iba a decir? El tiempo cada vez está más loco.

-Debemos prepararnos para lo que se avecina. Decía Uriel.

-Buenos días chicos.. ¿Cómo amanecieron hoy? Veo que el sol sigue sin aparecer. Decía Emily trenzándose el pelo.

-Buenos días Emily. La cosa va bien por ahora. Mucho frío, pero bien.

-Es extraño el tiempo que hace. Y el tiempo ha dicho que va a seguir empeorando.

-Debemos de prepararnos para lo que se avecina. Volvía a insistir Uriel.

-Bueno sea lo que sea, no podemos quedarnos quietos. Hay que estar al loro de todo lo que ocurra.

En la planta de arriba se escuchó cerrar una puerta.

-¿Qué ha sido eso? Decía Dorothy asustada.

-No lo sé, voy a ver. Decía Emily.

-¡No, no hace falta! Respondí azarado.

-¿Qué te ocurre Víctor? Decía Dorothy.

-Buenos días a todos. Decía Edgar entrando por la puerta.

Todos se quedaron asombrados al ver a Edgar.

-¿Qué haces aquí? Decía Uriel.

-Anoche vine, me encontraba tirado en la calle, sin ropa, sin comida y sin nada. Me encuentro fatal. Víctor me abrió la puerta y me dejó regresar. Si no dice de ser por él quizá hubiera muerto.

-Víctor me alegro del cambio. Decía Dorothy.

-Bien hecho pequeño. Me decía Emily mientras me besaba la mejilla.

-Siéntate Edgar, desayuna. Decía Uriel ofreciéndole asiento.

-Gracias. Veo que las pequeñas han crecido mucho. Que grandes y que hermosas están.

-Gracias. Decían al unísono.

Dafne había llegado al puerto de Nimsville, la tormenta no cesaba y se la podía ver muy alterada. Cabalgó con Pegaso en dirección a la casa.

Mis pequeñas tras acabar el desayuno, subieron a su dormitorio para jugar y tras llevar un rato jugando. Podíamos oírlas reír mientras jugaban con su juego de té y sus muñecas. Podíamos escuchar como una nana y una tercera voz nos asustó. Era una voz grave, de una persona mayor. Pensamos que podrían ser ellas jugando a cambiar la voz. De pronto. “Toc, Toc” la puerta sonó y Emily fue a abrir la puerta. ¡Socorro! Gritaba Akalis.

-¿Qué ha sido eso? Dije saliendo corriendo hacia la habitación de las pequeñas.

Emily tras abrir la puerta quedó completamente paralizada al ver quien había ante ella. Dafne estaba completamente mojada por la nieve, su cara presentaba un sentimiento de rabia, odio, ira.

-¡Fuego! Grité desesperadamente.

Edgar y Uriel subieron corriendo. Dorothy corrió a ver quien vino. Entre las llamas que cubrían la habitación de mis pequeñas pude verlas a las dos cerca de la pequeña ventana con un quinquel y una muñeca de porcelana. La señora mayor estaba en una de las esquinas de la habitación y caminaba por el fuego sin temerle a quemarse. Se colocó detrás de ellas e hizo tirar el quinquel con fuerza contra el suelo. ¡No! Grité mientras intentaba ir hacia ellas. El fuego saltó y las quemó vivas. Sus gritos desesperados se me clavaban en el corazón. Uriel y Edgar extinguieron el fuego con los extintores que había en el pasillo.

-¡No! ¡Mis hijas NO! Gritaba mientras lloraba de la impotencia tirado en el suelo.

-¡Ayuda! Gritaba Edgar.

-Dafne.. ¿Qué haces aquí? Decía Dorothy.

-He vuelto. Vengo tras acabar con todo. Decía con un tono frío.

-Hija pasa, no te quedes ahí. Decía Emily.

-¡Ayuda! ¡Es que no nos escucha nadie!

Tras unos segundos Emily se dio cuenta de los gritos de Edgar. El haber visto a Dafne dejó paralizadas a las dos. Pero ambas reaccionaron y corrieron escaleras arriba. Tras acabar de apagar el fuego no había restos de mis hijas. Se las había llevado al otro mundo. Aquella señora me las arrebató. Me dejó completamente hundido, tirado en el suelo. Lleno de lágrimas, quería estar solo. Quería acabar con todo ésto. Deseaba matar y saciar mi venganza con la muerte.

Al levantarme la vi a ella, estaba ahí. Delante, inmóvil. Sin moverse.

-¿Qué hace ésta aquí?

-Víctor. Lo siento por lo de tus hijas. Decía asustada.

-¿Qué está haciendo ésta aquí? Decía cada vez más alto.

-Víctor, por favor no lo pagues conmigo. No tengo nada que ver.

Me acerqué a ella y la empujé a la pared. Le apreté el cuello con mis manos y la intenté ahogar.

-¿Qué estás haciendo aquí? Le dije enfurecido.

-Víctor, lo siento. No quise. Decía apenas sin voz.

-¡Para Víctor la vas a matar! Me decía Edgar mientras me apartaba de su lado.

-Está aquí, la obscuridad ha llegado a la casa. Ha entrado y se ha llevado lo más valioso. Las hijas del elegido. Decía Uriel en tono filósofo.

-¿Qué estás diciendo? Respondía Emily confusa.

Dafne se tocaba el cuello, se encontraba en el suelo dolorida. Yo estaba llorando en una esquina la muerte de mis hijas. No puedo creer que la pesadilla se haya hecho realidad. No puedo olvidarme de la escena en la que esa maldita vieja se lleva a mis pequeñas. Tras mi ira, despertó en mí un poder oculto que hizo brillar mi hidrópetra y las demás piedras que había en la casa.

-¿Qué es ésta luz? Decía Emily.

-Son las piedras de portal. Víctor con su concentración de emociones ha despertado a la magia dormida. La magia está volviendo, Víctor ha sacado la luz de su cuerpo. Víctor no pares, lucha por la venganza de tus hijas. Me decía Uriel.
-¿Qué estás diciendo Uriel? Decía Dorothy.

-No quiero más magia en ésta casa decía Edgar.

La Hidrópetra atravesó el techo y descendió hacia mis manos. Al verla pude sentir una gran fuerza dentro de mí. Pude canalizar esa gran energía y podía sentir como la dominaba, como corría por mis venas. Un frío gélido terminó de apagar el humo de las llamas. ¿Qué ha pasado? Dije asustado.

-Víctor, acabas de dominar el don del agua. Tu piedra ha sido activada de nuevo. Como la última vez en aquel hospital. Decía Uriel.

-¿El hospital? Lo recuerdo. Fue cuando el hospital de Edgar comenzó a arder. Es cierto, me acuerdo como si fuera ayer.

Salí de la mansión y no podía evitar pensar en mis hijas, hace apenas unos minutos estaba vivas y en cuestión de segundos me las han arrebatado. Juro venganza, juro que me vengaré ahí donde estés. Juro que te encontraré.

Tras pronunciar aquellas palabras una luz fue desprendida de mi piedra hacia el cielo. Ésta luz hizo despejar el cielo de aquellas nubes obscuras que cubrían todo el celeste azul. Y el sol comenzó a salir, descongelando la nieve de todos los rincones. Las voces de la obscuridad han empezando a cesar. La luz vuelve a la calle y al planeta.

Por la acerca vi caminar a Mery, estaba desnutrida, sucia y herida. Dorothy al verla corrió hacia ella y la trajo a la casa. Todo había parecido volver a la normalidad. Pero mis hijas seguían muertas. Volvemos a estar todos juntos, pero mis hijas no están. Y no puedo dejar de pensarlas. Todo me está matando por dentro. Dafne no podía ver a Mery, la miraba con odio pero no quiso actuar. Emily ayudaba a Dorothy a traer a Mery a casa. Edgar y Uriel se acercaron a mí por detrás y me llevaron para el interior de la mansión.

1 comentario:

  1. Me alegro de que todos vuelvan a la casa, sobretodo edgar y dafne; aunque ya estan poniendo de mala a dafne y dudo que ella tuviese nada que ver con lo que le ocurrió a lad niñas, solo llego en el momento equivocado como siempre le pasa a la pobre, es cierto que odia a Mery y con motivos pero jamas le haria daño a las niñas, sabe que la culpa la tiene la madre no las pobres criaturas y espero que victor tambien lo vea y recupere la memoria de una vez y si se casa con Dafne no lo haga porque crea que ella mato a las niñas y quiera vengarse porque se que no tuvo nada que ver. Solo espero que ahora que activo la magia la use para perseguir a la mujer esa y se vengue por lo que le hizo a sus pequeñas.
    Espero el proximo capitulo

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